El Asalto de Enrique Morgan a la ciudad de Panamá

II Parte, antecedentes Francisco L' Ollonnois, ‘El Olonés'
  • miércoles 30 de octubre de 2019 - 12:00 AM

Francisco L' Ollonnois o El Olonés es considerado el más despiadado de todos los piratas que navegaron el Caribe y el istmo de Panamá. Sirvió a otro famoso filibustero, el inglés Henry Morgan, y fue uno de los últimos filibusteros franceses. Nacido en Les Sables d'Olonne (Francia) hacia 1630, arriba a las Antillas en 1650 en calidad de engangée (lo mismo que Exquemelin), con apenas 20 años de edad y sirve como esclavo durante tres años. Exquemelin, en sus escritos, no le llama El Olonés, sino François L'Olonnais, ya que su apodo es posterior y procede de su lugar de nacimiento, Les Sables d'Olonne. Su famosa expresión ‘YO SOY EL OLONÈS Y VALGO LO MISMO VIVO QUE MUERTO' describe su perfil psicópata, porque sus atrocidades sin límites le hicieron ser sumamente temido en las colonias españolas. Los horrores perpetrados por El Olonés son incontables: decapitó a sesenta españoles con su espada y envió sus cabezas al gobernador de Nombre de Dios. También se dice que, mientras estaba en Panamá, le rebanó el pecho a una mujer, le arrancó el corazón y se lo comió. En 1667, atacó un galeón español, que abandonaba Portobelo cargado con los soldados. Alexandre Exquemelin, el otro pirata francés, da fe de ese horroroso crimen: ‘Yo asistí a una escena que en verdad me dejó estremecido de terror. En los primeros momentos del saqueo, habiendo hecho un prisionero, el Olonés le exigió que condujera a sus hombres a aquellos lugares donde hubiera mayores riquezas, porque su afán de apoderarse de ellas era muy grande. Pero el prisionero era muy bravo y se negó. El Olonés lo amenazó con someterlo a crueles tormentos, pero aún así el prisionero siguió resistiéndose. Entonces el Olonés ordenó que lo amarraran a un árbol y, cuando sus hombres se hubieron apresurado a cumplir esta orden, él de un tirón separó sobre el pecho del prisionero su casaca, y luego extrajo su cuchillo y le asentó un descomunal tajo que le desgarró la carne. La sangre brotó en seguida, pero esto no conmovió al Olonés. Con la ferocidad que les daba su odio a los españoles, introdujo la mano en la herida del prisionero y le arrancó el corazón, que ofreció a uno de sus propios hombres. Éste se lo comió crudo, con la carne aún palpitante'.

En 1667, El Olonés asalta las ciudades cubanas de Batabanó, San Juan de los Remedios y Puerto Príncipe. Adquiere riqueza, prestigio y poder entre los temibles hermanos de la costa y llega a comandar una flota de hasta cincuenta navíos piratas bien artillados. Sigue su asalto a Maracaibo y Centroamérica.

Y prosigue Alexandre Exquemelin el reparto del botín: ‘Después de haber hecho cuenta de todo lo que tenían entre manos, hallaron en dinero de contado, doscientos sesenta mil reales de ocho. Una vez repartido esto, recibió cada uno, piezas de seda, lienzo, y otras cosas (…) Las personas heridas recibieron su parte primero que todo (esto es la recompensa) y quedaron con dineros aunque muchos mutilados de algunos de sus miembros. Pesaron después toda la plata labrada, contando a diez reales de a ocho la libra. Las joyas se tasaron en muchas diferencias, a causa de su poco conocimiento. Habiendo hecho cada uno el juramento de no haber guardado subrepticiamente cosa alguna que tocase al común, pasaron al reparto'.

Después de haber sufrido privaciones, El Olonés vaga por el litoral, hasta que logra con los 150 hombres, mediante barcas, arribar hasta la desembocadura del río San Juan, para dirigirse al lago Nicaragua, pero nuevamente los indígenas y españoles no le dan cuartel y disputan su cabeza, lo que lo obliga a retroceder, y le queda la única salida seguir navegando con las barcas planas hasta la costa del Golfo de Darién.

Desembarcan en la costa de Darién para adentrarse en tierra en busca de alimentos y agua. En realidad lo que Olonés también quería era reagrupar sus fuerzas y atacar a la ciudad de Panamá la Vieja o Nombre de Dios. En este caso, las circunstancias en las riberas de Darién le fueron esquivas. En esa región le era extraña por no conocer los senderos y las condiciones de sus rebeldes eran desastrosas. Su escasa pólvora se encontraba húmeda. Ante esta encrucijada, El Olonés, no atisbaba cuál era la salida. Además, sus hombres estaban hambrientos, y enfebrecidos así que deciden atacar un poblado de indios, pero se encontraron con otro tipo de indígenas más aguerridos, y hacen prisionero a El Olonés y, según Exquemelin, ‘…le cogieron y despedazaron vivo, echando los pedazos en el fuego y las cenizas al viento, para que no quedase memoria de tan infame inhumano.' Solo un hombre de la tripulación consiguió escapar de los indígenas y regresar a las balsas. De esta forma, Nombre de Dios y Panamá la Vieja que estaban advertidos del posible ataque pudieron pasar la siesta colonial en calma por breve tiempo hasta otro ataque de algún pirata.