Los toraja y sus muertos vivientes
- domingo 17 de junio de 2012 - 12:00 AM
Como olvidados por el tiempo, los toraja viven de maneras muy diferentes a la que conocemos y tienen costumbres y ritos que han mantenido en secreto durante miles de años. Habitan en islas Sulawesi (o islas Célebes), que junto con otras más de 13 mil islas forman Indonesia.
Los toraja, también un grupo étnico, son un reducto cristiano en el país que alberga la mayor población musulmana del mundo. Pero su fe cristiana la han mezclado con creencias animistas anteriores al cristianismo, y rituales ancestrales, que practicaban los primeros pobladores de esas islas, donde los muertos son el centro.
Por primera vez, los toraja han dejado que tomen fotos a rituales que siguen practicando, sin querer dar mayores explicaciones sobre lo que hacen para evitar el ‘castigo de los muertos’, de acuerdo con sus mitos.
Una vez que analizaron las fotos y tuvieron la certeza de que eran reales, un grupo de investigadores del Paranormal Research Institute, organización privada que estudia fenómenos paranormales, viajó al lugar e hizo un reporte basado en los testimonios, que parecen más bien cuentos de terror. El reporte sostiene tres versiones, cada una más impactante que la otra, una especie de película de miedo.
DESPIERTAN A LOS MUERTOS
Una es que hay un rito, poco practicado, en que el cadáver suele ser despertado por un conocedor de las viejas costumbres (una especie de chamán) al pie de su tumba por medio de ‘un poder sobrenatural’, algo parecido a la magia negra. Esto se hace porque los toraja hacen los cementerios sobre las montañas calizas, en las que supuestamente el muerto es despertado. Primero se pone de pie y algunos suelen hasta dar pasos, siempre guiados por el ‘experto’, sostiene el reporte. Pero hay una prohibición, el cadáver no debe ser nombrado. Una vez que el cadáver cae, no es capaz de caminar nuevamente.
EL MUERTO BUSCA SU ORIGEN
Otra versión, dada por pobladores a los investigadores paranormales, fue que en el pasado antiguo se creía que un hombre muerto debía ser enterrado en su pueblo de origen, y no en el lugar de su muerte. Desde entonces, los pueblos estaban muy separados y aislados, era difícil para los miembros de la familia llevar el cadáver a través de largas distancias. La ayuda de personas que podrían hacer que los muertos caminaran se solicitó y el hombre muerto sería capaz de caminar de regreso a la aldea donde nació. Así que en esos días, no era raro encontrar un cadáver rígido, sin expresión, caminar en línea recta. Y se dice que si alguien se dirigía al cadáver directamente, simplemente el muerto viviente se vendría abajo, incapaz de continuar el viaje.
EL MUERTO EN LA CASA
La última versión, quizás la menos fantástica, es que los toraja celebran la muerte como una buena nueva y ahorran durante años, si es necesario, para preparar el festejo al difunto, sacrificando cientos de cerdos y hasta varios búfalos, dependiendo del estatus de la familia. Mientras no se celebra el funeral, el difunto se considera que está enfermo y permanece en la casa con la familia. Para evitar una descomposición desagradable y hedionda, los pobladores usan sustancias naturales para mantenerlos más o menos conservados. Una vez que se prepara el entierro, acuden familiares, amigos y vecinos de otras regiones, y los festejos pueden durar hasta seis días.