La morochita
- martes 21 de enero de 2014 - 12:00 AM
‘Las relaciones entre nuera y suegra nunca han sido fáciles, y mucho menos si viven juntas’, le decía el borrachito a Leandro, quien andaba desesperado porque su madre y su mujer libraban un combate diario en el que ambas esperaban que fuese él el mediador, y que, encima, cada una quería que le diera la razón. Noemí, la suegra, se había propuesto terminar con el ‘mal matrimonio’ antes de fin del primer mes del 2014, de manera que el tiempo venía correteándola, por lo que empezó esa semana dispuesta a joder a Nellita, la nuera, hasta que ella misma recogiera sus cositas y cogiera rumbo para donde su familia.
‘Eso está mal barrido, hay mucho polvo en esa esquina, morochita’, le dijo a Nellita, que tragó grueso y le preguntó por qué la llamaba así. ‘Ay, porque así se les dice a las personas de tu color’, contestó Noemí, quien jamás pensó que la pelá se iba a defender diciéndole que ni ella ni Leandro eran ningunos blancos, ‘mírese el color de las encías y verá que también tienen su venita afro’. ‘No, morochita, para que sepas y estés clarita, la tatarabuela de Leandro tuvo amores con el marido de la viuda de Rosenberg, que era ario puro, y por eso él no tiene nada de esa raza como la tuya’. ‘Puro cuento, mírese el pelo y la bemba’, se defendió Nellita, pero la doña gritó: ‘Silencio, recuerda, nuera, que algún día serás suegra’. ‘Lo mismo le digo, suegra, no olvide que usted también fue nuera’, siguió la otra, pero la mayor se defendió diciendo que ella fue una nuera ejemplar, ‘yo barría pulcramente, no quedaba ni una pizca de polvo, viraba los bolsillos de los pantalones de mi marido, todo se lo lavaba a mano y su ropa de salir se la planchaba yo misma, etc.
‘Pare, pare ya, que voy al súper’, pidió la muchacha, pero fue como darle cuerda a Noemí, que ahora la cuestionó porque no le cuidaba la plata a Leandro: ‘¿Por qué no compras en las ‘jumboferias’?’. Nellita contó hasta 7 y le respondió que le daba pereza madrugar los sábados y hacer filas para comprar en esos sitios. ‘Puras excusas sin fundamento, ya ni hay que hacer filas ni madrugar, ahora esas ferias están a diario y por todos lados’, dijo la suegra y se le acercó a Nellita, a quien se le ocurrió decir que lo cierto era que no le gustaba la calidad de esos productos.
Fue como tenderle un puente a Noemí, quien sacó su mejor voz de pendenciera para gritarle: ‘Por favor, de cuál calidad hablas tú, morochita, si tú conociste la pasta de diente viviendo aquí con mi hijo, ¿cómo que ahora vienes a hablar de calidad?’.
‘Jo’, dijo Nellita, y se le subieron a la cabeza Bayano y Felipillo. No pudo controlarse y le amagó a la suegra, rozándole los lentes que se cayeron. Por un segundo, Noemí se quedó con la vista en cero y dio varios manotazos. Uno pegó en la cara de la nuera, el otro se estrelló en el aire y la hizo perder el equilibrio, cayendo de frente sobre los anteojos. Ambas formaron una gritería que atrajo a los vecinos, quienes llamaron con urgencia a Leandro, pero este solo vino a avisarles que se iba para un alquiler. ‘Ni contigo, Nellita, ni con usted, mamá, solo y tranquilo, por fin’, dijo y se fue.