El uso y abuso de los menores como armas en las luchas de pareja es una práctica lamentablemente común en los conflictos familiares, que puede tener consecuencias devastadoras para el desarrollo emocional y psicológico de los niños involucrados. Este fenómeno, conocido como “alienación parental”, ocurre cuando uno de los progenitores utiliza al hijo como instrumento para dañar o manipular al otro, a través de comentarios negativos, presión emocional o incluso la custodia exclusiva.
El conflicto constante y el uso de los niños como mensajeros o “testigos” de las disputas pueden generar un ambiente tóxico y estresante para los menores. Estos niños, incapaces de comprender la complejidad de las emociones y decisiones de sus padres, se ven forzados a elegir entre uno y otro, lo que genera un sentimiento de culpa, inseguridad y desconfianza. Las consecuencias a largo plazo incluyen problemas de identidad, dificultades en sus relaciones interpersonales y un aumento del riesgo de desarrollar trastornos psicológicos.
Es fundamental que los padres tomen conciencia de que los menores no deben ser considerados un terreno de batalla. El bienestar de los niños debe ser prioritario y cualquier disputa debe resolverse de manera civilizada y respetuosa, sin involucrarlos en los conflictos. En este contexto, los profesionales de la salud mental y el sistema judicial deben ser claves en la protección de los derechos de los menores, asegurando que no sean víctimas de los enfrentamientos parentales, promoviendo soluciones que favorezcan su desarrollo integral y emocional.