En busca del jamón navideño

El virus de la infidelidad, que recorre a balazos el mundo, llevaba años de estar acechando a Lolo, pero siempre se le presentaba en muj...
  • martes 03 de diciembre de 2013 - 12:00 AM

El virus de la infidelidad, que recorre a balazos el mundo, llevaba años de estar acechando a Lolo, pero siempre se le presentaba en mujeres poco agraciadas y sin las formas rebosantes que buscan los panameños. Talvez por eso, Lolo le había ganado la lucha a la incansable infidelidad, pero tras conocer a Gloria le temblaban las piernas y se habían ido a pique los sermones moralizantes que pregonaba en los autobuses. Lolo no tenía experiencia en tramoyas para salir de la casa sin levantar sospechas, por lo que le costó armar la estrategia. La oportunidad se le apareció mansita cuando su mujer le avisó que saldría a la reunión final de la cooperativa. Esa reunión va a demorar, unas cuatro horas más o menos, porque todas vamos a pedir detalle de todo, centavo a centavo, queremos cuentas claras, dijo la inocente mujer. Lolo la escuchó ‘apesadumbrado’ y le dijo que él iba a salir a comprar el jamón de Navidad, pues en el noticiero habían dicho que había escasez. A regañadientes, la esposa aceptó que saliera solo y de noche, algo que, jamás, en los 18 años de casados, ella le había permitido. Luego salió con cara de quien va obligado por las circunstancias, tomó un taxi para llegar cuanto antes a la casa ajena, donde lo esperaba la ardiente Gloria, quien quiso aprovechar que el marido se había ido para el interior a entregar unos muebles. Lolo se sentía más feliz que la primera vez que estuvo con una mujer, y, contrario a lo que siempre pensó, no sentía nada de remordimiento. Solo lo mortificaba un poco ‘Sultán’, el perro de su amante, pues no paraba de ladrar ni de dar vueltas por todo el patio. Luego se paró en la ventana de la recámara y allí se quedó con su escándalo. Adentro, Lolo contemplaba centímetro a centímetro el escultural cuerpo de Gloria. ‘Apúrate que el tiempo es corto’, le dijo ella, cansada de la miradera de Lolo, que se sentía arrobado. Fue en ese momento que el perro se quitó de la ventana y corrió hacia otro punto. Por ese instinto de supervivencia y astucia que habita en toda mujer, Gloria, sin saber por qué, le dijo vístete a millón. A pesar del deseo que estaba a punto de reventarle las sienes, a Lolo se le vino a la mente la imagen de su amigo Cruz, el marido de su amante, y, casi en un segundo, con la ropa en la mano, quedó en la puerta de atrás que estaba abierta por cualquier eventualidad. En ese mismo momento oyó que se abría la entrada principal. Se arrastró entre unos arbustos y cuando ya casi estaba en la salida lo alcanzó el perro, que logró morderle el brazo. Pero siguió corriendo, ya en la calle se sobó el brazo y caminó hasta encontrar un taxi. Solo en ese momento se acordó del jamón, miró el reloj y vio que ya era demasiado tarde para encontrar un sitio donde comprarlo.

Tengo que inventar algo, mi mujer es muy quisquillosa, malpensada, desconfiada y revisona, pensaba mientras el taxista dejaba a las otras carreras y recogía nuevas. Llegó a su casa, donde lo esperaba la esposa con un palo de escoba en la mano. Pero en cuanto vio a su marido revolcado y con el brazo sangrante olvidó sus sospechas y empezó a curarle la herida. Iba a preguntar dónde estaba el jamón cuando se quedó mirando atentamente la camisa de Lolo y gritó: ¿Por qué carajo tienes la camisa al revés?

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