En Panamá así como en el resto del mundo, ejercer el derecho de expresión, es decir, opinar sobre cualquier tema, es un deporte extremo con alto riesgo; cuando digo sobre cualquier tema no solo hago referencia a política o sobre la nueva orientación sexual de moda o la invasión islámica a Europa, no, me refiero a temas que pueden ir desde el rescate y la esterilización de mascotas, escoger árboles para sembrar en el entorno urbano hasta cómo se organiza un evento.
Parece tonto pero hay personas que se pelean con su familia porque unos opinan que Bad Bunny es mejor cantante que Adele aunque es evidente que todos los seres pensantes estamos claros que Adele es una artista y que el otro ni cerca de serlo ¡ja ja!
Hace una semana opinar le costó la vida, en Estados Unidos, a un joven de 31 años que dedicaba parte de su tiempo en ir a las universidades a hablar sobre Dios, los valores familiares tradicionales y demás temas sobre la política interna de ese país con quien quisiera escuchar y debatir su punto de vista.
La violencia, la intimidación y el asesinato son formas de controlar los cuestionamientos políticos y sociales así como la funa y el doxeo lo son en las redes sociales.
En resumen opinar, pensar diferente y debatir cada día más se han convertido en actividades peligrosas y socialmente inaceptables; cada uno de nosotros deberá decidir si guardará silencio o se arriesgará a plantarle cara a los grupos anti democráticos y algunas veces violentos que se encuentran hasta en los grupos de WhatsApp.
Todo un dilema.
