Calle Uruguay de los pobres está en Santa Ana

Un baile exótico, que al ritmo de la música electrónica, en pocos minutos se convierte en un estriptís.
  • lunes 10 de agosto de 2015 - 12:04 AM

DIVERSIÓN

Alejandra entró abriéndose paso entre la multitud. Con el humo artificial, las luces de colores y el llamado del dj, que advierte ni celulares ni cámaras durante el show , la joven colombiana, que no supera los 25 años, inició su rutina.

Un baile exótico, que al ritmo de la música electrónica, en pocos minutos se convierte en un estriptís.

Con muy poca ropa, no dejaba casi nada a la imaginación de los presentes. El espectáculo, que por lo general se da en cabarés y prostíbulos, esta noche lo ofrece una discoteca en pleno centro de la ciudad.

Algunos la miraban boquiabiertos, mientras quienes estaban acompañados por sus parejas se limitaban a mirar con disimulo. No hubo aplausos ni euforia luego de cinco minutos de haber exhibido su cuerpo.

De un brasier con perlas y una pequeña envoltura que disimulaba una falda, solamente quedó una tanga de hilo dental colgando entre las partes más íntimas de la bailarina.

Con la salida de Alejandra, el dj convocó una nueva atracción. Esta vez las agasajadas serían las damas. Nero, un hombre alto y fornido, vestido como constructor, movía su cintura con más agilidad que cualquiera de las mujeres allí presentes.

La algarabía y aplausos no se hicieron esperar, incluso las féminas acompañadas se acercaban para mirar y una que otra más atrevida daba al bailarín nalgadas.

Durante su baile el chico escogió entre la audiencia a una joven que vestía el popular chorcito blanco. Ella disimulaba timidez, pero al cabo de algunos segundos desató su pudor e inició un sensual baile con Nero, que asemejaba un solo cuerpo en movimiento.

Ayudado por la chica del pantaloncito blanco, Nero fue despojándose de la ropa. Pantalones que de un solo jalón podían ser quitados al igual que la camisa. Con unos pectorales y abdomen bien definidos, el bailarín sabía maquillar la falta de otros atributos.

Calle 18 no duerme

Los dos escenarios antes descritos se viven todos los viernes en algunas discotecas de calle 18, corregimiento de Santa Ana. Mientras a unos metros los almacenes cierran sus puertas al público, calle 18 apenas empieza a cobrar vida.

En esa calle donde habitan familias, hay comercios e incluso un popular restaurante (el de la cajita feliz), por las noches hombres y mujeres se reúnen a divertirse.

Para el sociólogo Marcos Gandásegui, muchos establecimientos nocturnos no cumplen las normas existentes. Asegura que este fenómeno data de hace varias décadas.

Manifestó que las autoridades se hacen cómplices debido a ‘que no pueden dar permisos de discotecas en un área residencial'. Añade que situaciones iguales a esta se viven en calle Uruguay, en el corregimiento de Bella Vista.

Son 12 locales entre bares, cantinas y discotecas, cuyas entradas oscilan entre 4 y 12 dólares, dependiendo del día.

‘Si es quincena y coincide con algún juego de fútbol el precio sube', señala Rodrigo, quien cada viernes se asoma a la discoteca Anmenisa para olvidar sus problemas.

Son dos hileras de locales nocturnos. Frente a ellos varios carros de comida rápida aguardan a que los borrachos salgan a comprar.

Los vendedores de chicles y pastillas tienen en el mostrador cajetillas de cigarrillos, que venden 2 unidades por 25 centésimos.

‘El que bebe siempre quiere fumar', explica Miguel, quien descubrió que ese punto era perfecto para el negocio.

De vez en cuando uno que otro vendedor se arriesga a entrar a las discos para ofertar sus productos, flores y arreglos con peluches. ‘Para los enamorados', dicen.

En la puerta, el bar Feliz anuncia un descuento de dos (cervezas) por uno para atraer a los clientes.

Los precios de las cervezas son variados, dependiendo de qué tan exigente sea el hígado del tomador. Venden cubetazos (6 cervezas en una cubeta) desde $7.50 hasta $12.

Para acceder a la diversión solo necesita tener una identificación. José tendrá una mala noche por no llevar consigo su cédula. A cambio muestra un papel, con el que se descubre ante las autoridades.

‘Tiene orden de captura', comenta el policía mientras le comunica al compañero. José trata de explicarse, pero es en vano, un patrulla vendrá a recogerlo.

Amigos y rivales

Una vez dentro de alguno de los locales, el reloj parece detenerse. La gente bebe, baila, sonríe y uno que otro da un vistazo a su celular.

Dos jóvenes, vestidos con suéteres blancos, zapatillas de marca y jeans , mantienen una actitud sospechosa. Evitan las fotografías que una de sus acompañantes intenta tomar. La presencia de la Policía dentro del local, al parecer los pone nerviosos.

Más adelante nos explican que la discoteca donde nos encontramos se convierte a veces en el refugio nocturno de pandilleros de las bandas más grandes del país: ‘Bagdag' y ‘Calor Calor'. Allí pareciera que sus diferencias se olvidan.

Más que diversión

En una esquina de la disco, con un pantalón corto muy provocativo, una chica de unos 30 años, de grandes atributos, bailaba sola. Tenía un cerveza en la mano, con la que pasó toda la noche.

Su soledad tardó una hora. Un hombre la invitó a bailar, después de dos piezas salieron del local. No tardaron más de cinco minutos en regresar.

Rosa, mesera, cuenta que la chica en mención es una trabajadora sexual. ‘Ellas vienen, bailan y compran una cerveza hasta que consiguen quién les pague otra... Y algo más', comenta reída.

Todo en regla

El Ministerio de Comercio e Industrias indicó que estos comercios mantienen sus documentos en regla. No obstante, no aclararon si el servicio de estriptís se incluía en el aviso de operación.