Sea lo que pienses de las encuestas, es alarmante el rechazo que recibe el Mulino de parte de los consultados. Estas percepciones se ajustan a la realidad, pues sólo basta salir a la calle, para ver la desesperanza en los ojos de los panameños, al ver que no aparece “el chen chen” prometido.
La reacción ciudadana fue encabezada por grupos gremiales y sindicales, los que a la fuerza fueron sacados de las calles, provocando que el malestar ciudadano siga creciendo en silencio. El panorama político que se vive es de lo más contrastante. La ciudadanía mayoritariamente adversa al gobierno y Mulino “no tiene quien le escriba”; y el país ansía de un liderazgo confiable y capaz para presionar por un cambio, ejercer eficazmente los mecanismos de controles social.
Los medios de comunicación se hacen eco de la situación, manteniendo “una plantilla de comentócratas”, que se mantienen solos en la cancha, impidiendo el acceso de otras corrientes de opinión. No hacen falta debates de expertos, para que nos digan que el desempleo y la canasta básica seguirán creciendo, pues tanto “los de arriba como los de abajo”, saben que a medida que pasen los días, “la cosa” se pondrá más dura.
El desgaste de los gobiernos es inevitable, a medida que aumenten los insatisfechos, porque nos ven nada de lo que le prometieron. Pero como para el actual gobierno no tiene como opción dar respuestas a las mayorías, es imposible que ver triunfando a las fuerzas políticas y electorales que hoy le sustentan “a regaña dientes”. En consecuencia el bando opositor tiene todo para ganar las elecciones del 2029.
Pero, si la oposición democrática se mantiene fragmentada por los “egos”, se corre el riesgo que algunos sectores y figuras terminen anexadas al carro del oficialismo. Para derrumbar el proyecto gubernamental, mismo que no oculta su simpatías por comprometer la soberanía nacional, irrespetar la institucionalidad democrática, y pisotear las conquistas sociales, necesita algo más que ganar las próximas elecciones.
Por el contrario, se impone construir sólidos consensos políticos, pues si se presenta torneo electoral con siete (7) candidatos maquillados “dizque de oposición”, tal división fragmentación favorecería al oficialismo, sin importar los pronósticos de las encuestas.