En la comunidad paradisíaca de Miramar se desplazan cada día alrededor de 200 personas migrantes, en su mayoría de Venezuela. Miramar está en peligro. Su población es de casi 350 personas, y hay un riesgo de epidemia y confrontación social. Se ha creado una red de desplazamiento desde la ciudad de Panamá hacia Colón. Centenares ocupan el pueblo y decenas se trasladan, desde el embarcadero local, hacia el oriente y sur.
Los migrantes hacen sus necesidades en cualquier lugar: en portales de casas cuyos propietarios están fuera, en fincas e incluso en la playa. Algunos vecinos creen que hay un gran negociado, porque con facilidad los migrantes llegan a Miramar y poco más allá de la comunidad de Cuango, donde hay un puesto policial. Allí se quedan algunos días y luego son llamados en una lista bien elaborada por personas que los embarcan hacia el archipiélago de San Blas, en embarcaciones panameñas y colombianas.
¿Quién está a cargo de los costos, más de B/.200.00 por persona? ¿Quién está detrás de este negociado? La autoridad panameña brilla por su ausencia. Son escasas autoridades sanitarias y policiales. No hay control, y es una de las principales preocupaciones de los vecinos. Existe mucho temor, ya que los migrantes están sin comer, con las ropas sin lavar. Parejas llevan niños pequeños, quienes deben mendigar para comer algo. Duermen en las arenas de las playas.
Miramar está a 1 ½ hora de Portobelo y cerca de otras comunidades como Nombre de Dios, Viento Frío y Palenque. En este corregimiento, del Municipio de Santa Isabel, pobladores se dedican a la pesca, la agricultura y la cosecha de cocos.
La autoridad nacional debe intervenir para organizar esta situación, que, aunque temporal, afecta gravemente a la comunidad. Escasean alimentos y productos de higiene. Los migrantes siguen llegando por la carretera en el litoral colonense, del occidente al oriente.