Transcurrida la firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977, uno de los mayores sinsabores que dejó su rúbrica fue el Tratado de Neutralidad; incluso, para el mismo Omar Torrijos, quien en más de una ocasión dejó ver su malestar por la incómoda espina que representaba esta ‘espada de Damocles’ para el futuro de la soberanía de Panamá.
Tan solo 25 después de que se completara la reversión del Canal y de las bases militares acantonadas en territorio panameño, los gringos vuelven a aplicar su política intervencionista en el istmo, dejando sensaciones encontradas entre la población, debido al secuestro del país por parte de una casta elitista, en contrapeso del sentimiento nacionalista que arropa el ADN del pueblo panameño.
Entendiendo que los gringos no necesitan que sus barcos pasen gratis por el Canal, se puede concluir que esta petición se trata de un simbolismo de sometimiento con el que intentan desmoralizar y humillar el nacionalismo del pueblo panameño, con miras a castrar el sentido de pertenencia y la soberanía de la nación.
En recuerdo de aquellos años donde miles de soldados norteamericanos transitaban por el territorio nacional a sus anchas, poniendo las botas militares para que los panameños se las lustraran a cambio de un par de monedas, regresa hoy, a la memoria de los más viejos en forma anecdótica. Un déjà vu para los mayores de 40 años, una nueva sensación para los nacidos en este siglo.
Una vez más, será el pueblo panameño el que tendrá que poner su sangre de mártir en las calles, antes de que sus gobernantes se vean forzados a reaccionar por los hechos, ante la agresión de un imperio que intenta validar su hegemonía sobre el resto del mundo.
No es atenuando la píldora, que los actos que hoy nos humillan serán disipados. Se pierde la confianza y se compromete el abordaje de los temas nacionales pendientes en la agenda nacional, al tiempo que se agota el caudal del gobierno para maniobrar.