Durante el último medio siglo a Panamá y su población le ha tocado vivir una variedad de acontecimientos que han marcado su personalidad e idiosincrasia.
Los ritmos no han sido los mismos, ni los intervalos tampoco. Sin embargo, todo se ha dado dentro de una marco de limitación singular: la impuesta desde 1972 por el inconsulto Estatuto Constitucional, en todos los ámbitos del acontecer nacional.
Por ello, la tarea de llevar adelante, con energía multiplicada, la Alfabetización Constitucional para darnos una nueva Constitución de todos, para todos y con todos, requiere primaria y permanentemente, de la participación y acción de ciudadana, de lo contrario, el desgaste social continuará erosionando la frágil convivencia pacífica existente.
De lo que se trata, y es tarea de todos, es que logremos concertar un proyecto nacional que nos lleve a deshacer el nudo gordiano de los procedimientos vigentes, que limitan y coartan los derechos y los deberes de los ciudadanos, que no practican ni comulgan con la corrupción y la impunidad imperantes.
No hay necesidad de conocer tratados jurídicos para saber la urgencia de un cambio constitucional, innovador, real, participativo y que reinstitucionalice las políticas públicas y las estructuras de los Órganos del Estado. Que devuelva el respeto al ciudadano, y de los ciudadanos a un contrato social sin los vicios existentes.
Para beneficiarnos de las conquistas de la inteligencia que ha alcanzado la humanidad, para poder dejar atrás una serie de prácticas nocivas que perjudican al quehacer ciudadano en todos los aspectos.
La nefasta estela que deja a nuestros quehaceres, la prolongada agonía de un Estatuto normativo que ya no tiene razón de seguir siendo o existiendo, salvo para quienes no quieren una sociedad a tono con los tiempos que vivimos.
Llegó la hora de la real, plena y verdadera participación ciudadana. Sin ella, seguiremos sin resolver las contradicciones que nos han sido impuestas por tanto tiempo, los obstáculos para que ataquemos de frente la corrupción y la impunidad que nos asfixian. ¡Es, ahora o nunca, el final de la agonía prolongada!