• martes 22 de febrero de 2011 - 12:00 AM

El índice de felicidad

En 1972 el Rey de Bután estableció para su reino una nueva forma de medir el éxito. Se había cansado del llamado "Producto Interno Bruto...

En 1972 el Rey de Bután estableció para su reino una nueva forma de medir el éxito. Se había cansado del llamado "Producto Interno Bruto" y creó el índice de "Felicidad Interna Bruta". Esto que suena a broma, hoy en día es tomado muy en serio. Hay hasta índices mundiales que miden comparativamente la felicidad de los pueblos. De hecho, las naciones más desarrolladas muestran hoy en día preferencia por el crecimiento de la felicidad por encima del crecimiento económico. El 81% de los británicos dice preferir a un Gobierno que los haga "más felices" por encima de un gobierno que los haga "más ricos". Ahora bien, el logro de la felicidad no solo es un objetivo de países budistas incrustados al pie del Himalaya, o de naciones desarrolladas como Suiza, Islandia o Gran Bretaña. De tercera en el mundo en la clasificación de países más felices, está nuestra vecina Costa Rica. De hecho, Costa Rica es la única nación en desarrollo que marca en los niveles altos de felicidad. Esto deja claro que no se alcanza la felicidad sin cierto desarrollo económico, pero también hay que recordar muchos casos de países infelizmente ricos. El crecimiento económico como meta exclusiva, no produce felicidad en los pueblos. El ‘Índice de Felicidad’ no es una clasificación arbitraria otorgada por alguna revista de turismo. De hecho los butaneses lo han desarrollado con base a nueve factores: Bienestar psicológico, Medio ambiente, Salud, Educación, Nivel de vida, Tiempo disponible, Vitalidad comunitaria, Buen gobierno.

Es a través del logro de metas de crecimiento en todas esas áreas, que los butaneses logran un conjunto de condiciones que los hacen felices. Los ticos por su parte, sostienen que su felicidad es producto de su énfasis en la protección al ambiente, a una vida menos consumista y conectada con la naturaleza, a fuertes redes sociales de amigos, familiares y vecinos, a programas sociales y culturales de amplia cobertura y a una muy arraigada tolerancia a las diferencias de costumbres y de opiniones.

Sacrificar todo por el crecimiento económico es una infeliz idea. Debilitar y someter a los pueblos originarios, a los partidos políticos, a los medios de comunicación social, a los empresarios que se niegan a compartir sus negocios con los poderosos, a los sindicatos, a los ambientalistas y a otras organizaciones, deshace las redes sociales. Destruir el ambiente y acosar a los ciudadanos con el abuso de poder gubernamental, acaba con la armonía social y ambiental. Vivir en permanentes ‘tranques’ sea por protestas o por obras mal planificadas, es una muerte a plazos-

Ese es el problema que surge cuando empresarios metidos a políticos ejercen el poder, no conocen la diferencia entre ‘ganancia’ y ‘bienestar’.

EL AUTOR ES ABOGADO Y PRESIDENTE DEL PARTIDO POPULAR (PP)