He leído con gran regocijo la noticia de que el Palacio Nacional, donde ha estado el Ministerio de Gobierno y Justicia desde 1908 albergará museos regentados por el Ministerio de Cultura.
Es particularmente emotiva esta noticia porque cuando me tocó ser inquilina de ese vetusto edificio, y encontrarme con el estado deplorable que mostraba, pedí un plan de restauración que, si mal no recuerdo, se ejecutó parcialmente cuando fue ministro Aníbal Salas que, en un acto de gentileza y caballerosidad que lo distingue, me invitó a visitarlo.
El edificio, que fue diseñado por el arquitecto G.N. Ruggieri, de origen italiano está de espaldas al icónico Teatro Nacional y hay muchas leyendas sobre uno y otro que lo hacen más interesante.
Como casi todos los edificios históricos que se han utilizado para oficinas, se le fueron agregando aleros, balcones, sótanos, que fueron alterando los valores históricos del venerable edificio. Su cercanía al mar demanda un doble esfuerzo para el mantenimiento de las maderas. En 1940 se eliminó la bóveda, que le restó garbo al diseño original al igual que proporciones.
Ahora, ese magnífico edificio será la sede del Museo de Historia (abandonado a su suerte en la Plaza Catedral). La decisión de transformar este emblemático edificio en el Museo de Historia es un homenaje a su legado y una oportunidad para que tanto residentes como visitantes exploren las profundidades de la historia panameña. El Ministerio de Cultura, Patrimonio Histórico y la Oficina del Casco Antiguo tienen la tarea de revitalizar la estructura, integrándola al vibrante circuito turístico del área.
El edificio destaca por su belleza arquitectónica, que combina la simplicidad y la monumentalidad. El antiguo hemiciclo de la Asamblea Nacional, los retratos presidenciales y los detalles neoclásicos mediterráneos del Salón Medallones, junto con la magnificencia del Salón Nacionalidad, son solo algunos de los tesoros que alberga. La realización de conciertos y obras escénicas en el Patio Central, protegido por una cubierta de policarbonato, promete ser un espacio de encuentro cultural que reafirma la pertenencia de este edificio a la nación panameña.
Además, el museo no solo celebrará la historia general del país, sino que también honrará a los pueblos indígenas con la inclusión de un museo paralelo dedicado a ellos. Esta iniciativa representa un paso significativo hacia el reconocimiento y la valorización de la diversidad cultural de Panamá.
Es un paso histórico para un edificio que ha albergado los tres poderes del estado, pues fue sede de la presidencia, hasta que ésta se trasladó al Palacio de las Garzas, el legislativo y de allí fue sede de la Secretaría de Gobierno y Justicia, hasta convertirse en el Ministerio de Gobierno y Justicia para posteriormente, en 2010, Ministerio de Gobierno.
El edificio, de un estilo ecléctico que permitía la combinación de elementos historicistas heterogéneos con rasgos neorrenacentistas ha sido testigo de excepción de todo el devenir de Panamá como país.