¡Ironías de la vida!. Seres humanos defendiéndose de seres humanos y hasta de quienes no lo son. Esa es la realidad ante la inseguridad en diferentes modalidades, desde aquellos que hacen mal uso de la tecnología para fechorías hasta los que usan una “pata de cabra” para forzar puertas y actuando como “topos”, escarbando para alcanzar preciados cables que son quemados para la venta al detal y ante la frustración de no obtenerlos “echan mano” de enseres, artefactos y hasta tanques de gas, haciendo daño profundo en casas, edificios y en casos extremos, provocando pérdida de vidas.

Estoy consciente de que el primer anillo de seguridad es el propio individuo; Sin embargo, ya resultan más que comunes, las denuncias sobre desaparición de bienes, ganado, así como el acceso ilegal de cuentas, que conlleva el robo de identidad, etc.

En la medida en que, como familias adoptamos medidas más férreas para garantizar la integridad y la composición física que nos sustenta, exigimos más vigilancia (aplaudo el interés de crear o fomentar grupos organizados de vecinos vigilantes) y proactividad (esto incluye mejoramiento de luminarias, por ejemplo), propiciando inclusive mayor acceso a equipo de observación colectivo, abaratando sus costos; y fortaleciendo rondas policiales.

Detrás de la mayoría de las casas, hay historias de sacrificios y ahorros, donde cada uno de sus integrantes continúa esforzándose para llevar adelante una vida digna, hecho más que suficiente para no permitir que los mal llamados “dueños de lo ajeno” se apropien de algo que no les pertenece y queden impunes. La denuncia es pertinente, pues ya es hora que la impotencia quede atrás y los verdaderos delincuentes sean ejemplarmente sancionados.