Las fiestas de fin de año incluyen las graduaciones escolares. Para las familias panameñas, el evento es justo motivo de orgullo, al convertirse en la recompensa al sacrificio y esfuerzo desplegado a lo largo de tantos años. Llegado el momento, en la mente de cada joven que aguarda por su diploma turno, se chocan ideas y planes de lo que será su vida a futuro.
No hay derecho para poner en dudas ese optimismo, ni para desconocer que sus sueños encontrarán un ambiente hostil, que atentará contra la realización de esos proyectos de superación personal. Si tras cada diploma hay una voluntad comprometida con un proyecto de vida, entonces, ¿cómo podemos evitar que los planes de ese joven terminen convertidos en una decepcionante ilusión?
La educación es una herramienta que permite que un pueblo avance por la vida, con rumbos y metas definidas. Y si ella no cumple con ese propósito, responsablemente vale preguntarse, si se justifican los recursos públicos que se le destinan.
No tenemos el problema de baja natalidad que limita el recurso humano que sirva de relevo generacional. Nuestro sistema educativo lleva lustros mostrando insalvables deficiencias, de lo que se concluye que en corto plazo, no dispondremos del recurso humano capaz de hacer le frente a los retos nacionales.
Hay fuerzas oscuras que, sin el menor disimulo, hoy celebran este desastre, porque se ajusta al diseño de una sociedad que le tiene separada las oportunidades a las minorías, asegurándose esa posición de privilegio poniendo en la mano de las mayorías, diplomas y certificados desvalorados en el mercado laboral.
El mal es endémico, pues los educadores, autoridades y políticos miran el asunto como si nada estuviera sucediendo, y las ceremonias de graduación se realizarán como en años anteriores, con toda la pompa y ceremonial que el evento demanda.
Mientras los salarios se sigan pagando con puntualidad, esté asegurada la estabilidad laboral, y que pese a su relvancia social, la política siga manejando el problema como un eficaz estandarte electoral, caerá en saco roto el clamor popular por la reforma educativa que demanda por una educación que libere al hombre, para el beneficio de la colectividad.