El día en que Estados Unidos se hartó de Noriega

  • viernes 20 de diciembre de 2024 - 8:30 AM

Para mi familia hoy es un día de luto nacional. Por varias razones llegamos a esa conclusión. Lo que más me duele es el cinismo de siempre de aquellas figuras que podían hacer algo para impedir la invasión criminal, pero le siguieron el juego a su titiritero.

Hoy, lo repito, una y otra vez, saldrán esos mismos causantes a gritar sobre nacionalismo, heroicidad y mártires. ¡No señores, ellos no supieron jugar su rol para evitar la masacre que hubo a partir de las once y 45 minutos de la noche de aquel 19 de diciembre de 1989!

Hoy contamos con la posición del presidente y fundador del diario La Prensa Roberto Eisenman. Ese medio fue clave en la lucha por la libertad, la democracia y la justicia. Estos relatos están en el libro: “La invasión, reconstrucción de los hechos”, del cual mi esposa María Teresa Patiño Amor y este servidor somos los autores.

Este empresario se la jugó una y otra vez en su lucha contra los militares. Durante la crisis siempre dio la cara en las luchas libertarias. Fue el socio fundador del diario que ponía a temblar a los militares. Hablamos del diario La Prensa que surgió el 4 de agosto de 1980. Fue y es un referente mediático de todos los acontecimientos más importantes del país en los últimos 40 años. En 1995, Eisenman recibió una mención especial del Premio Maria Moors Cabot por “promover la libertad de prensa y el entendimiento interamericano”. El 4 de julio de 2014, la Asociación Interamericana de Prensa (SIP) estableció entre sus premios anuales a la excelencia periodística la categoría Periodismo Ambiental, bajo el nombre de I.Roberto Eisenman, en reconocimiento a la trayectoria del fundador de La Prensa como promotor de la democracia. y valores cívicos que postula la organización, compuesta por más de 300 medios en Las Américas.

A continuación, el testimonio de este ciudadano sobre la invasión a Panamá.

“Estábamos sufriendo un segundo exilio cortesía de la dictadura militar. Nos turnábamos entre Miami, Boston y Washington. Lejos de aminorar nuestra lucha contra la dictadura, el exilio la arreció. El propósito prioritario: desconectar – vía una presión pública y política – los lazos del gobierno de Estados Unidos con Manuel Antonio Noriega, quien se había convertido en un colaborador de la CIA desde sus años universitarios en Perú, y quien, al tomar las riendas de la dictadura panameña, estableció la primera narco-dictadura de la historia, al convertir al país en un paraíso para los capos de la droga colombiana, cobrando en persona por los permisos de fabricación y tránsito. Quien no le pagaba, era denunciado por Noriega a la DEA. Así, la DEA felicitaba al capo por la imponente lista de entregados.

Por la tarea a la que nos dedicábamos los exilados era obvio que seguíamos de cerca las relaciones de los estamentos del gobierno de Washington respecto a Noriega y la crisis panameña

A nivel de la presidencia de Bush padre (considerado un presidente débil) se formó en la Casa Blanca una reunión informal casi semanal para analizar el “Problema Panamá”. En esas reuniones las posiciones eran más o menos así: la CIA defendía a Noriega, considerándolo un SOB, pero– añadían – ¨our SOB”. El “handler” de Noriega en la CIA era Néstor Sánchez. La DEA lo defendía porque la contabilidad de arrestos y captura de drogas en Panamá crecía, con las entregas de Noriega de los que no le pagaban.

El Pentágono (las águilas o¨hawks), contrario a su reputación, no estaba de acuerdo con una intervención militar. Para los militares norteamericanos Noriega era un “Soldado” que vestía un uniforme igual al gringo, pero con un parche sobre el hombro distinto; por esto consideraban que no podía ser tan malo o mafioso como lo pintaba la oposición panameña.

El Departamento de Estado, por tradición el ente “diplomático” o paloma ajeno a estridencias de cualquier naturaleza, nos sorprendió al mostrarse de acuerdo con una actitud agresiva contra Noriega.

En cuanto al Congreso Norteamericano, en el Senado, gracias en gran parte a las conexiones de Gabriel Lewis Galindo y una visita de Winston Spadafora con la foto de su hermano decapitado, se logró lo casi imposible al sentar alrededor de la misma mesa a Ted Kennedy (demócrata liberal) y Jessie Helms (republicano conservador de extrema derecha), y por esta vía se lograron reuniones de ambas tendencias ideológicas para investigar las actividades criminales y mafiosas de Noriega.

Por otra parte, y de forma accidental, ocurrió algo que representó una enorme ayuda para nuestras gestiones: Seymour Hersh, famoso periodista investigativo del New York Times, luego de unos meses de ausencia del periódico para escribir uno de sus múltiples libros, había vuelto ese día al periódico, y estaba sin agenda. En una fiesta esa noche se encontró con un panameño que residía en Washington y este le reclamó que su periódico no había publicado nada sobre la decapitación de Spadafora, ni sobre las reuniones secretas del Senado sobre Noriega. Hersh, sin comentario, tomó nota.

El día siguiente, según contó él mismo, llamó a dos de sus fuentes en entes de Inteligencia y ambos le dijeron ¨Seymour, no toques ese tema¨. Esto le confirmó que era una investigación necesaria para él y para ambos países. En la nota que escribió destapó todos los crímenes y negocios mafiosos de Noriega dando pie – por vergüenza - al inicio serio de desconexión del gobierno norteamericano con Noriega.

Ese día regresábamos a Panamá y mi gran amigo, diseñador de La Prensa de Panamá y director del diario ¨Nuevo Día de Puerto Rico¨– Carlos Castañedas - me llamó a Miami por teléfono y me leyó lo que estaba entrando por el teletipo sobre la primera plana del New York Times que saldría al día siguiente. ¨Noriega, con o sin razón va a pensar que tú lograste esa noticia, y va a enloquecer contra ti¨- me dijo, y así fue. ...incluso ordenó a la Asamblea de Representantes de Corregimientos que emitiera una resolución en la cual me condenaban como ¨Traidor a la Nación¨ (viniendo de Noriega, lo considero mi más alta medalla política). Se inició nuestro segundo exilio...y la historia que aquí cuento.

Yo me convertí en vocero de-facto de la oposición panameña en Estados Unidos tan sólo porque hablaba inglés con fluidez. En mis entrevistas, cada vez que me preguntaban si consideraba la posibilidad de una intervención norteamericana, yo respondía que NO era solución, pero sí lo sería el que el gobierno norteamericano se desconectara de “su SOB Noriega” y no lo siguiera apoyando en todo, dándole así a la oposición posibilidades de derrocarlo; esto me traía grandes críticas de Panamá.

La noche de la Invasión y ajeno a lo que se cocinaba, llegué muy cansado a casa en Miami; le dije a Maruja que me iba a acostar y le pedí que apagara el teléfono de la recámara. Como a las 10pm ella oyó sonar el teléfono de la cocina y tomó la llamada... era el canal de televisión NBC solicitándome una entrevista a las 7 de la mañana para una “historia en desarrollo”. “¡Imposible!”- le dije a Maruja. A las doce de la medianoche, otra llamada: era Francisco (Pancho) Arias, Gerente General de La Prensa. “¡Están sonando bombazos, Bobby!... ¿esto qué es?”. Así me enteré, sorprendido al conocer de la total falta de una política consensuada entre los estamentos en la Casa Blanca referente a Panamá... ¿una invasión?... ¡ni pensarlo!”

Hasta aquí el relato de este ciudadano quien, al igual que otros connotados panameños, se la rifaron para que en esta nación se acabara la tiranía y el terror. Hoy, como lo hice aquel 20 de diciembre de 1989, no vestiré la camiseta que decía “causa injusta.” Saco de mi ropero una que reza: “Los cobardes nos llevaron al matadero.”

Abrazos y que cada cual analice y reflexiona sobre la fecha como le parezca. En mi caso siempre señalaré a ese grupito de civiles del PRD y de las mal llamadas fuerzas de defensa como los culpables por esta masacre. Abrazos y espero que no permitamos que Panamá viva otro hecho doloroso como el de 1989.

comments powered by Disqus