Días atrás, pasé por el Instituto Nacional y me detuve a contemplar minuciosamente su monumental fachada. Se nos hizo imposible olvidar todas las anécdotas y recuerdos de mis años de estudiante, guardados secretamente en esa granítica “mole del saber”. Su Aula Máxima, sus amplios pasillos, el gimnasio y sus alegres saraos, fueron el escenario de sanos romances, sueños de superación personal, y rebeldías patrióticas, que moldearían nuestra vida adulta.
A no ser por la iniciativa de la Fundación del Instituto Nacional que nos recordó que el 17 de julio de 1911 se inauguró esa monumental construcción; que este año celebra 124 años de su inauguración, y que la fecha pasó desapercibida. Bajo protesta entendería que para las autoridades educativas la fecha careciera de relevancia histórica, pero ¿para la gran familia institutora?.
Hacer memoria sobre la trayectoria del Instituto Nacional en la consolidación del espíritu nacional, sin excesos, es referirnos a nuestra historia patria. No debe sorprendernos que en momentos en los que la educación atraviesa sus peores crisis, muy poco vaya quedando de la muy remembrada “gloria Institutora”.
¿Entonces qué nos corresponde hacer a los egresados?. Hoy se vale cualquier cosa, menos aceptar con los brazos cruzados que por caprichos de “intereses mezquinos”, se intente liquidar su tradición de excelencia académica, y su compromiso histórico de formar ciudadanos prestos a defender a la Patria.
Al ver cada día a las generaciones del presente llegar entusiasmadas al “Inti”, a mi mente llegan esos inolvidables momentos. Pero aunque lo quisiera, no me puedo engañar. Están llegando al mismo edificio, pero esa es una estructura agoniza. Si de a poco nos olvidamos de sus fechas importantes, aceptamos que dentro de nosotros el pasado glorioso que a toda voz invocamos, hoy es periódico de ayer.
Esta líneas es una invitación a los “Aguiluchos” de todas las generaciones a sumar esfuerzos por rescatar del olvido, “la Gloria Institutora”, en el interés de las actuales generaciones. Esta sería nuestra retribución por todo lo que en sus aulas recibimos, y un valioso aporte en la construcción de una sociedad justa, y de un futuro de prosperidad para todos los panameños.