• lunes 16 de septiembre de 2024 - 9:35 AM

Aumento de la delincuencia en el distrito de Soná

La población de Soná ha tenido que recurrir a sistemas de alarmas y la instalación de cámaras ante el aumento significativo de delitos

Hubo una época en la que en el pueblo de Soná (en la provincia de Veraguas) se tocaba una especie de sirena desde el cuartel de los Bomberos para anunciar ciertas horas del día. Esta modalidad también se daba en otros pueblos del interior de la República y muy probablemente fue un legado de algunas medidas de protección durante la segunda guerra mundial.

El “cacho”, como popularmente se le conocía a este sonido de aviso, también sirvió durante mucho tiempo como un anuncio de toque de queda para menores una vez era tocado a las siete de la noche y la policía hacía cumplir el mismo con mucha rigurosidad.

Recuerdo también que a los que eran “pillados” robando se les cortaba el cabello al rape y eran exhibidos por un policía en una caminata a pleno mediodía para que todos supieran quien era el ratero y también como medida de advertencia. Era la época más cruda de la “dictadura militar” en la década de los años setenta. Obviamente que este hecho sería duramente criticado hoy día en que se ondean muchas banderas de derechos humanos y en el cual los asaltantes y violadores tienen el derecho de hasta cubrirse el rostro.

Las maestras se tomaban días de semana para visitar las casas de sus alumnos y conversar con los padres de familia para monitorear el desempeño y conducta de los estudiantes. Esta práctica lamentablemente se fue perdiendo abriendo un vacío entre la escuela y el hogar dos elementos fundamentales en la formación de valores positivos en la juventud.

De pronto con la aparición de leyes de protección del menor mal interpretadas, se empezaron a eliminar ciertas medidas restrictivas como por ejemplo el poder fumar o beber alcohol hasta altas horas de la madrugada. De hecho, casi no existe una fiesta en Soná donde los propios padres de familia apadrinan el consumo de bebidas alcohólicas y otras sustancias bajo la excusa de que la juventud tiene sus propias normas.

Los jóvenes no solo perdieron el respeto por muchos valores, sino que también algunas autoridades del orden público han sido blanco de descrédito por muchas actuaciones que violan la ley. En un pueblo tan pequeño como Soná donde en una época si se perdía algo o se hurtaba un bien ya la policía sabía donde tenía que ir a buscar al transgresor de la ley.

Al igual que en la ciudad, alrededor del centro han ido apareciendo asentamientos humanos que hoy son catalogados como “zonas rojas” por su nivel de peligrosidad y donde suelen residir los supuestos líderes de ciertas bandas delictivas que son una bomba de tiempo a corto plazo.

La población de Soná ha tenido que recurrir a sistemas de alarmas y la instalación de cámaras ante el aumento significativo de delitos de toda índole. También es un factor de riesgo el hecho de que existan muchas zonas costeras donde no hay vigilancia policial y que presumiblemente son sitios por donde se trafica droga proveniente de otros países.

En Soná se han dado decomisos de varios kilos de cocaína, han ocurrido secuestros y balaceras, así como también la aparición de casas lujosas que son propiedad de gente que ni siquiera tienen un trabajo conocido.

Hace un par de años atrás, en el parque central frente al Municipio y la iglesia, fueron objeto de vandalismo todos los adornos navideños colocados con mucho esfuerzo y nunca supe si los responsables fueron ubicados. Obviamente que este hecho causó conmoción y alarma en una comunidad que está acostumbrada a la quietud y la paz.

Los elementos necesarios para la formación de bandas criminales ya existen en Soná y los mismos son: desintegración familiar, falta de autoridad, ocio, alcohol, drogas y el deseo de hacer mucho dinero de la noche a la mañana traficando estupefacientes por parte de algunos jóvenes que perdieron el respeto hacia sus padres y también la perspectiva de una vida sana y útil a la sociedad.

Sociólogo y docente

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