- lunes 09 de abril de 2018 - 12:00 AM
De aspirantes a suspirantes
A partir de mayo, solo un año nos separa a los electores panameños de las urnas para elegir nuevas autoridades. Pero, el abismo que separa a los ciudadanos de sus derechos electorales, no cesa de ser aumentado por las acciones totalitaristas de los regentes del poder y, muy particularmente, de los magistrados del Tribunal Electoral.
En mayo del 2014, el comportamiento cívico del electorado panameño masivamente repudió la manipulación, la extorsión y el permanente engaño propagandístico que, con los dineros del pueblo, mantuvieron Martinelli y los suyos en sus afanes reeleccionistas. Cuatro años después, el verdadero héroe cívico no ha dejado de ser ignorado y excluido del logro alcanzado. Varela y la partidocracia toda se han burlado de los electores y de la población panameña. La exclusión ciudadana campea a tambor batiente.
La construcción de un proceso democrático no cesa de ser saboteada, a través de un sinnúmero de eslabones de la cadena de corrupción e impunidad, a la que se suman –nuevamente-, las múltiples argucias, leguleyadas, arbitrariedades, abusos de autoridad y extralimitación de funciones, que perpetran los magistrados del Tribunal Electoral contra los ciudadanos y, particularmente, contra las candidaturas de libre postulación a distintos cargos de elección, que no son de su agrado o no están bajo su control.
El comportamiento asumido con los ‘requisitos' impuestos para lograr las firmas ciudadanas de apoyo, habla por sí solo de la mentalidad abusadora y propia de Herodes modernos que tienen estos señores para amputar la participación ciudadana y lograr así, que la Justicia electoral sea un verdadero espejismo.
Hoy vemos cómo, a ciertos aspirantes a las candidaturas de libre postulación, pretenden convertirnos en suspirantes permanentes y cerrarnos las puertas a la participación como candidatos.
Anulan firmas en forma caprichosa, coartan la libertad de expresión, el derecho de participación y el derecho de reunión, favorecen, descarada y descarnadamente, a las cúpulas de la partidocracia, al tiempo que se erigen en los catones impunes de nuestros derechos ciudadanos.
Llegó la hora de poner un alto a este improsulto comportamiento. ¡Llegó la hora de los ciudadanos!