Viven una ruleta rusa

S e imagina a una mujer con su hermano pequeño subiendo Sderot, un pueblo de 30 mil habitantes y de un diámetro de 5 kilómetros que está...
  • domingo 25 de noviembre de 2012 - 12:00 AM

S e imagina a una mujer con su hermano pequeño subiendo Sderot, un pueblo de 30 mil habitantes y de un diámetro de 5 kilómetros que está a casi 1.5 kilómetros de la franja de Gaza, y que de repente se escuche una alarma alertando de que va a caer un cohete y que solo tienen 15 segundos para esconderse o refugiarse. Ella no tiene chance de escapar y lo único que puede hacer es cubrir con su cuerpo a su hermanito para que no lo lastimen los escombros. Muere en el instante.

Esta historia es la de Moshe Abecasis, un israelí que perdió a una de sus primas de esta forma. Moshe vive hace dos años en Panamá, adonde llegó para alejarse de esa situación, que vive toda la población en el Sur de Israel y que ahora también ocurre en el mismo centro del país.

‘La vida es imposible, no puedes dormir tranquilamente, no puedes salir, no puedes ir de compras ni bañarte, porque estás incómodo sin saber en qué momento va a sonar la alarma y va a pasar algo’, explica Moshe. ‘Y esto se vive en momentos de supuesta tranquilidad a merced de que en cualquier segundo a cualquier loco le dé la gana de lanzar un misil’, detalla.

‘En donde vivo hay cámaras que puso el ejército y apenas disparan los cohetes suena la alarma, pero en cuestión de 15 segundos en la noche no da tiempo de correr y levantar a los niños para llevarlos a un refugio que, por ley, cada casa tiene uno y por eso preferimos colocar las camas en el refugio, porque no sabemos cuándo va a pasar’.

Moshe dice que allí se vive en una ruleta rusa. Suena la alarma, lograste esconderte, sales bien, pero si no lo lograste, te moriste. Actualmente hay un sistema de antimisiles, pero eso no es vida. ‘Es como si estuvieras jugando con tu propia vida en un juego real y que te metan en la línea del juego. Y yo no vivo allá, pero mi corazón está allá porque mis padres y mis hermanos están allá’.

Tamar, la esposa de Moshe y madre de cinco hijos, dice que hay mucho miedo y aunque los niños quieren salir a jugar a los parques las madres no los mandan. Los pequeños deben ser tratados con psicólogos porque se trauman, agrega.

La situación es tan crítica que los niños solo pueden jugar dentro de las escuelas, no salen, siempre tienen que estar escondidos. En Israel hay que enseñar cada dos o tres días cómo actuar si pasa algo, todas las maestras deben saber cómo dar primeros auxilios avanzados por si pasa algo y es algo de la rutina, dice Tamar.

‘Yo mandaba a mis hijos a la escuela rezando para que llegaran y para que regresaran sin que les pasara nada’, agrega la esposa de Moshe.

Pero cuando no hay lluvias hay gotas, ironiza la esposa. Al principio cuando empezaron los bombardeos solo lanzaban cohetes a Sderot y mi hermana, que vivía en Netivot, dejó de visitarme y nos pedía que fuéramos a su casa, pero al cabo de unos años ahora también lanzan a Netivot y todos los pueblos alrededor.

Y esa es la vida diaria desde hace 12 años, cada vez empeora y no todos los días lo publican en los medios porque ya nos acostumbramos a que haya un muerto cada día. Es lamentable que el mundo piense así, la verdad es terrible y traumatizante, dice Moshe.

Alexander Galilee, embajador de Israel en Panamá, explicó la posición de su Gobierno y sus expectativas con respecto al acuerdo de un alto el fuego tras ocho días de bombardeo entre el ejército israelí y las fuerzas de Hamas. Agregó que solo quieren vivir en paz.

Galilee indicó que el detonante para que Israel atacara territorio de Gaza fue el ataque con un misil antitanque contra un jeep del Ejército Israelí que estaba a 100 metros de la frontera en pleno territorio israelí. Fue allí que se decidió atacar no a la franja de Gaza completa, sino al responsable de los ataques (Ahmed Yabari) y esa fue una advertencia de que habría una escalada de ataques. Galilee considera que este último ataque que desencadenó bombardeos de unos 1,456 misiles y cohetes no es más que una estrategia de Irán junto a sus socios, Libia y Siria, con el objetivo de expandir el islamismo extremo.