Bienvenido al retorno
- martes 19 de abril de 2011 - 12:00 AM
D urante las temporadas 2009 y 2010 estuvo fuera del béisbol, pero las ganas de competir seguían en su corazón y, siendo ya un veterano de 42 años, Bienvenido Cedeño decide regresar al béisbol mayor con la novena de Panamá Oeste, no sin enfrentrar críticas por esa decisión.
‘Regresé por una cuestión económica... me ofrecieron un dinero que no me daban en Chiriquí, con el que pude salvar las deudas’, confesó Cedeño en una tarde soleada, antes de un partido ante Bocas del Toro en la grama del estadio Rod Carew.
Los famosos ‘spikes’ blancos que identificaron a Cedeño no sólo se vuelven a ver en el montículo, sino que también se convierten en la voz de la experiencia para el joven cuerpo de lanzadores que presentan los ‘Vaqueros’.
‘Los muchachos siempre se reúnen conmigo... estoy hospedado en el estadio en La Chorrera y me piden consejos; yo lo único que les digo es que, para ser un buen ‘pitcher’, hay que tener buena concentración y entrenar bastante’. agregó el derecho.
Y es que regresar le ha dejado un buen sabor y ahora no piensa en el retiro.
‘No tengo pensado dejar el béisbol... si sigo haciendo un buen trabajo, como lo he hecho, ya veré los próximos contratos’, sostuvo el nacido en la provincia de Bocas del Toro.
‘Mis hijos aún quieren que sigan jugando’ expresó el lanzador, quien militó con Chiriquí por 23 temporadas y vistió la camiseta nacional por 18 años, además de estar en el ‘roster’ de Panamá en el Clásico Mundial del 2006.
Cedeño es el segundo lanzador con más victorias en el béisbol nacional, con 78, y se encuentra a once del líder, el recientemente fallecido, Roberto ‘Flaco Bala’ Hernández, quien sumó 89.
A pesar que se alejó del béisbol, no lo hizo del gimnasio y su figura en forma lo respalda, así como el resultado de una rutina diaria de preparación.
‘Corro de 25 a 30 minutos, levanto pesas para las piernas y fortalezco los brazos con pesas más pequeñas’, confesó nuestro entrevistado.
Para Cedeño lo más difícil de dejar su casa en Chiriquí, para irse a La Chorrera, es dejar a sus dos hijos que aún lo lloran cuando debe partir.