El regreso del presidiario

- sábado 23 de marzo de 2019 - 12:00 AM
Martín llevaba muchos años con el vientre inactivo, dos quemes lo dejaron imposibilitado del alma para una relación matrimonial, pero como el hambre supera cualquier desengaño, el cuerpo le pedía y él buscaba, pero buscaba con sumo cuidado, les tenía terror a esas ‘enfermedades de abajo', y se negaba a hacerlo con cualquiera.
Consideraba, por análisis propios, que las mujeres más peligrosas son las casadas y las viudas, porque esas no solo cargan con su historial, sino con el del marido y el de las damas con las que estos tienen su cualquier meneo callejero.
A menudo le decía al compa: ‘Yo le tengo pavor a la mujer que lleva muchos años con el mismo esposo, quién sabe cuántas veces la habrá quemado él y sabrá Dios si lo ha hecho con otras casadas que a su vez han sido requetequemadas'. El compa, cansado ya del mismo cuento, le sugirió que buscara una con urgencia porque el año ya estaba por entrar al cuarto mes y andar por ahí con el ‘tanque lleno' era una bomba de tiempo.
‘Martín, sáquese eso o se va a intoxicar', le dijo el compa, y agregó la historia de un exvecino que llevaba tanto tiempo en abstinencia que una noche, mientras agonizaba de ganas, oyó que le tocaron la puerta y se levantó a abrir, encontrándose con la sorpresa de que era Gracielita, la sobrina interiorana de otra vecina.
La muchacha le contó que había viajado sin avisarle a la tía para darle una sorpresa, pero esta no estaba, por lo que le pedía posada.
Después, la pelá estuvo con una pesadilla, veía que unas manos huesudas intentaban agarrarla para llevársela, por lo que a petición de ella quedaron en la misma cama y luego ninguno pudo evitar darle al cuerpo lo que es del cuerpo. Cuando el exvecino se despertó ya no estaba la muchacha, y a media mañana supo que la vecina andaba por el interior en el sepelio de una sobrina, por lo que se desesperó y empezó a indagar el nombre de la difunta.
‘Ay, vecino, usted y su mente de pescado, era una tetonzona y culona, le decían Gracielita', le dijeron los otros vecinos, y cayó allí mismo. Por el susto pasó un mes en el hospital y luego tuvo que mudarse y comprar cama nueva porque le daba terror acostarse allí.
‘Vio, todo eso por andar con esa cosa allí, sin sacarla, eso lo dejó Dios para usarlo y no hay que ser tan melindroso, por eso usted camina patuleco, porque ya no puede con esa vaina acumulada, ahí está la viuda que se mudó hace poco, yo me atrevo a preguntarle cuánto cobra, ella está sin trabajo y seguro que quiere plata, las mujeres siempre quieren plata', aseguró el compa y se fue a hablar con la viuda para que Martín se liberara de los líquidos corporales antes de que expirara marzo.
Volvió pronto con la respuesta: ‘Dijo que vaya apenas oscurece, a esa hora ella estará lista esperándolo, y dice que tiene once años con once meses y once días que no lo hace', agregó el compa, y Martín preguntó cuánto cobraría.
‘Sáquese esa preocupación, ella dijo que se lo va a dar gratis porque también está con muchas ganas y no se atreve a desahogarse con cualquiera', afirmó el compa y se fue para que Martín se bañara y se metiera tres lamparazos de preparación.
‘Póngale al bicho varios cubitos de hielo por diez minutos para que esté bien cachimbón', le gritó el compa al irse, y Martín empezó a prepararse. Estaba perfumándose para salir cuando sonaron la puerta.
Lo sorprendió un pelaíto del vecindario con un papelito de la viuda que decía: ‘No venga nada, mi marido vino, porque le dieron un permiso por buen comportamiento y se va a quedar una semana aquí antes de volver a la cárcel, ustedes, los hombres, son así, siempre con miedo de que otro les coma lo que dejaron acá, seguro que viene con eso bien embellacado y me va a dejar patiabierta, espérese un mes más'.