El pájaro encantado

Hay cosas que no parecen ciertas, pero cuando suceden hasta el más incauto queda creyendo, como la sucedió a Fausta, quien todo los días...
  • martes 01 de marzo de 2011 - 12:00 AM

Hay cosas que no parecen ciertas, pero cuando suceden hasta el más incauto queda creyendo, como la sucedió a Fausta, quien todo los días recibía la visita de un talingo negro y grande, que se acostumbró a comer arroz y maíz, que le echaba la mujer. Lo que ella entendió mucho después es que se trataba de su difunto esposo, que le advertía que no se volviera a casar, mucho menos con Luciano, su primo.

Elpidio, que así se llamaba el marido de Fausta, falleció producto de una enfermedad que lo mantuvo tres años en cama. Durante ese tiempo su esposa le juró que le sería fiel hasta después de muerto, de lo contrario él le aparecería como un pájaro encantado. La viuda dió signos de incumplir su promesa el primer día, pues en el mismo sepelio le estaba coqueteando al primo del finado.

Luciano era un hombre muy amable, tratable y amoroso, le llevaba obsequios, regalos y la invitaba a comer, aunque ella no aceptaba, por temor a la familia del difunto, que le había advertido que le quitaría a los dos hijos, si quemaba al espíritu de Elpidio y también la casa en Juan Díaz.

Pero una noche cuando los hijos dormían, Luciano logró introducirse en la casa. Fausta recibió la inesperada visita y se introdujeron en la recámara de la viuda, quien aún tiene la fotografía del difunto esposo en la pared. A la pareja le importó con la foto, pues apagó la luz y quedaron envueltos en la cama, donde hicieron de todo, hasta algunas cositas que nunca hizo con el muerto.

Luciano salió en horas de la madrugada para evitar que los vecinos lo vieran. Pero llevaba un solo pensamiento: casarse con esa mujer.

Al día siguiente, un pájaro negro estaba parado sobre la ventana. Visita que se repitió una y otra vez, al punto que hicieron que Fausta recordara la advertencia de Elpidio, por eso empezó a darle agua y arroz, al tiempo que le pedía perdón, por haberse acostado con otro hombre, con el propio primo.

Cuando Luciano volvió en sus visitas nocturnas, Fausta lo rechazó y lo largó de la casa, pero el hombre se rehusaba a hacerlo, pues quería arrancharse de todas maneras, pero después decidió irse, pensando que se trataba de esos días malo, de las mujeres, cuando están con la bandera roja.

Todos los días, el pájaro negro llegaba a la casa, Fausta le daba semillas que compraba en el súper, ya que se trataba de su ser amado que está en el más allá y está cuidando que ningún otro hombre lo borre del pensamiento de la hermosa mujer.

Un domingo asistió a la iglesia católica de Juan Díaz, donde le ofreció una misa, después fue al cementerio de Concepción, donde está sepultado Elpidio, le llevó flores y oró ante su tumba por la salvación de su alma y le volvió a prometer que no se acostará con ningún otro hombre, ---mucho menos su primo---hasta que ella muera y se junten en el más allá y después reencarnen como seres humanos y sean otra vez, una pareja feliz y no regrese más el pájaro encantado.

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