Una semana revuelta por el ámbito político, no porque la oposición o los grupos de presión social le trancaron el juego al gobierno, sino por la rebelión gestada dentro oficialismo. Fue la bancada de Realizando Metas (RM) y de Alianza los que le echaron sal al kool-aid.
Analizar desde la perspectiva matemática la baraja jugada por la bancada de RM resulta ingenuo y desprevenido, ya que esta carta no es más que una maniobra de estrategia política con miras a patear la mesa de discusión en un tema que atañe a la principal y más apreciada institución de seguridad social del país.
La Caja de Seguro Social (CSS) no puede verse desde una perspectiva actuarial, sobre todo por haberse nombrado a un director proveniente de las compañías aseguradoras privadas. En la mesa se discuten otras cosas distintas a las que propone el Ejecutivo, ya que mientras el gobierno habla de corridas actuariales y de cálculo matemático por ser un tema de número y de dinero, el resto del país reclama confianza y compromiso.
El hecho de que el presidente de la República haya dicho públicamente que no le preocupa su caudal político, con tal de dejarle al país como legado la estabilización de las finanzas de la CSS, no quiere decir que no lo necesite ni tampoco que pueda despilfarrarlo por malos cálculos.
El que no logre comprender que lo que se discute no tiene que ver con corridas actuariales, sino sobre la confianza ciudadana: está destinado a descontextualizarse en el qué, por lo que nunca podrá encontrar el cómo.
En otras palabras, si el Ejecutivo no entiende lo que hizo su bancada ni para qué; y en su lugar refuta públicamente la inconveniencia de la contrapropuesta, en lugar de interpretar el verdadero mensaje de fondo, lo mejor sería que le pregunten directamente a Ricardo Martinelli.
El país pasó de enfrentar una situación impostergable a tener que plegar un traje prestado que no entalla en la cintura.