¡Inocente mariposa!
- viernes 28 de diciembre de 2012 - 12:00 AM
L uis había contado tres veces el efectivo, pero este seguía en la escuálida cifra. ‘Con esto no me alcanza ni siquiera para un pavo flaco’, pensó e hizo un recorrido por varios súper a ver si se le hacía el milagro de poder comprar dos pavitos con pocos dólares, pues la de la casa había dicho iracunda: ‘Para Año Nuevo no quiero jamón ni pavipollo, tráeme un pavote, el más gordo que encuentres’. Y la de la esquina, la de la calle, dijo a voz en cuello: ‘Ni se te ocurra comprarme pierna ni jamón, quiero algo saludable, o sea, pavo, un pavonzón, porque para el 2013 me voy a alimentar sanamente’.
Llegó al trabajo con la cabeza a punto de reventársele por la presión de la principal y de la secundaria. Un compadre le dijo: ‘Déjese de esa vaina, compa, mande a la otra pa’l sebo, y empiece el año con buenas intenciones’. Pero Luis lo miró como si hubiera dicho algo del siglo pasado y le contestó tajante: ‘Ni pensarlo, compa, esa es la que de verdad me apaga el fuego’.
Llegó al trabajo con una cara de siete pisos, pero se acercó a un grupo que, como panameño al fin, comentaba algo con cara de felicidad. ‘Es que el viejo se bajó del bus, ya Isis anda haciendo la encuesta de si quieres pavo o jamón, lo entregan hoy a la salida’.
Luis sonrió de oreja a oreja y preguntó dónde estaba Isis para anotarse en la lista de los que querían pavo. ‘Casi todo el mundo ha pedido pavo’, le dijeron y él sonrió aliviado de que habría pavo para sus dos mujeres. Y con el pulgar y el índice entrelazados mandó un besito hacia las alturas diciendo: ‘Gracias, ‘Cuchito’, gracias, tú nunca me fallas’.
Tras apuntarse en la lista que Isis hacía circular por todos los departamentos llegó a su oficina, donde las damas debatían acerca de cómo prepararían el pavo. ‘Isis dijo que son pavos grandes’, decía una. ‘O sea que vamos a demorar horneándolos, porque es media hora por cada libra’, expresó otra. ‘¿Cómo se calcula el tiempo?’, preguntó una joven. Y enseguida hizo Luis su aporte. ‘Eso es sencillo, ustedes no aprendieron a dividir, solo tienen que saber cuánto pesa el pavo y esa cifra dividirla entre dos, y lo que les da es la cantidad de horas que deben hornear el animal’. Y como estaba tan feliz, miró a una que tenía fama de quemona y le dijo: ‘Acuérdate de la fórmula, cuidado requemas el pavo’. Las carcajadas panameñas surgieron espontáneas mientras muchas corrieron a recibir al muchacho de la limpieza para pedirle una bolsa de basura. ‘Es para llevar el pavo’, le decían y cogían dos y tres, de manera que pronto se agotó el recurso. ‘Yo voy donde el chinito de la esquina a comprar dos bolsas negras para llevar el pavo’, anunció Luis, sonreído. Cuando regresó sudoroso con sus bolsas en la mano vio que varias damas tenían a Isis en el centro y le daban puñete, los que ella devolvía furiosa, pero como eran más, por un trompón que ella daba le caían seis, y por cada greña que halaban se le guindaban del pelo con tanta fuerza que Luis quiso ir a rescatarla. Fue cuando un caballero le dijo: ‘Deja que la mediomaten, fíjate que lo del pavo era un embuste, dice que era un inocente mariposa’. ‘¡¡¡¡Cómo!!!!’, vociferó Luis y se metió entre el grupo para tratar de asfixiar a Isis con una de las bolsas recién compradas. En la confusión muchas golpeaban en cualquier dirección. Al ver el peligro se metieron los compañeros para evitar, tras meterle puñetes contundentes a Luis, que se metiera en problemas mayores. Le quitaron a viva fuerza las bolsas negras y se llevaron a Isis, histérica del susto, a un lugar seguro.