Entre amigos secretos

Cuando preguntaron ¿quién va a jugar el amigo secreto? muchas manos se levantaron y otros dijeron ‘Voy en esa, apúntame, oficial, ok’. A...
  • jueves 15 de diciembre de 2011 - 12:00 AM

Cuando preguntaron ¿quién va a jugar el amigo secreto? muchas manos se levantaron y otros dijeron ‘Voy en esa, apúntame, oficial, ok’. Apenas pasó la primera entrega de premios, la sensual Cory lanzó el primer petardo: Que el mundo sepa que esta que está aquí, decía mientras palpaba sus altivos senos, no usa perfumes baratos.

Gonzalón, el más robusto de la empresa, dijo con ánimo de joder: ‘A mí nadie me venga con vainas de a cuara ni chocolatitos ni estampas de las que venden en los buses. Y la próxima vez que me traiga algo que sirva o le saco los dientes, uno a uno y sin anestesia’.

Mientras Gonzalón se complacía en meterle miedo al amigo secreto, el pobre Firulai, el más esmirriado de la empresa, rogaba a los siete vientos que jamás descubriera que él era su obsequiante, en la casa de Cory aumentaban los celos del marido por los mensajitos insinuantes que traía cada regalo que le daban a su mujer.

Un empleado fue despedido porque arrancó unos adornos del arbolito navideño de la empresa y los obsequió a su amigo secreto.

Aún así, la fiesta de los amigos secretos no se suspendió. Al contrario, el mismo jefe decidió participar, pues andaba ‘hapyson’ porque por fin había superado la etapa de las erecciones blandas, que tan infeliz hacían a su mujer. Trajo comida variada y guaro a montón y del bueno, además contrató una murga y varios estriptís de ambos sexos.

Mientras algunos aprovechaban las vacas gordas de la empresa para beber como verdaderos locos, Firulai hizo lo posible y a punta de habilidades manuales cambió las etiquetas de los regalos. Ahora, él le regalaba a la despampanante Cory, y ella a Gonzalón.

Nadie se percató del hombre enmascarado que cruzó la sala de la fiesta y se ubicó debajo de la mesa de los regalos.

Minutos después, el gerente, preocupado porque había mucha gente ebria y porque tenía 125 llamadas perdidas de su mujer que reclamaba su ’juguete duro’, dio la orden de entregar los regalos y decir quién era el amigo de quién.

Entre risotadas exageradas y sin gracia fueron revelando la identidad de cada jugador. Cuando llamaron a Gonzalón para que recibiera el regalo de manos de su amigo secreto, este se levantó rofeón, pero se volvió una niña melosa cuando supo que quien le regalaba era la sorprendida Cory.

‘Y ahora, la guapísima Cory sabrá quién es su amigo secreto’, dijo el maestro de ceremonia.

Y mientras Gonzalón se preparaba para aprovechar la ocasión y darle un abrazo más fuerte de la cuenta a la sensual Cory, el presentador anunció: ‘Y el amigo secreto de Cory es: diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco’, pero no pudo seguir su cuenta regresiva porque de debajo de la mesa salió un huracán humano. El esposo de Cory, pistola en mano, acalló momentáneamente a la muchedumbre. Colocó el revólver sobre la sien del presentador exigiéndole que dijera quién era el infeliz amigo secreto de su mujer, pero el aterrado hombre no se atrevía a pronunciar ningún nombre. Firulai y el propio Gonzalón se escabulleron silenciosamente. Fue cuando el presentador pudo hablar: ‘Aún no he comprado el pavo de Navidad, por favor, baja esa pistola’, le decía suplicante, pero el esposo de Cory no entendía razones y empezó también a contar. ‘Te advierto que si llego al uno y no has dicho quién es el infeliz amigo secreto de mi mujer, te vuelo toda la torre, aquí delante de todos’.

‘Cinco, cuatro, tres, dos, dos un cuarto, dos’. No pudo terminar porque alguien lanzó un celular exactamente sobre la pistola que quedó tirada en el piso, otro, para ayudar, apagó la luz. Se formó una batahola, las mujeres, perdido todo control de sus nervios, gritaban como desquiciadas, otras reían a carcajadas y algunas llamaban al recién llegado, ‘Tony, ven por favor, que tú sí sabes poner orden’. Cuando subieron los veinte seguridad de la empresa solo tuvieron que calmar a las desconsoladas mujeres, y sacar al maestro de ceremonia y al gerente, quienes del susto estaban desmayados. Y pese al intenso operativo no encontraron ni a Cory ni al marido pistolero.

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