Él o yo

‘E s ella o yo’, le dijo Katerín a Pablo, su marido, a quien encontró en pelotita y acompañado de una dama en igual estado en la cama ma...
  • miércoles 21 de noviembre de 2012 - 12:00 AM

‘E s ella o yo’, le dijo Katerín a Pablo, su marido, a quien encontró en pelotita y acompañado de una dama en igual estado en la cama matrimonial. El hombre, al contrario de otros sorprendidos en idéntica situación, no se asustó, sino que la enfrentó violento y no tuvo reparos para elegir a la otra, de manera que ella tuvo que recoger lo suyo y buscar rumbo para donde su mamá.

Pero la dicha no le duró mucho a Pablo, pues luego de un rato de regocijo, la bella Ismanis dijo que se iba, por lo que él, desesperado, le suplicó que no lo hiciera: ‘Ya largué a mi mujer de aquí, ahora tú eres la dueña y reina de este hogar’, le dijo y le pellizcó el seno derecho, acción que le valió un manotazo de la mujer, que se vistió y salió.

Fue al día siguiente en el trabajo, que la abordó para preguntarle por qué se había ido y por qué había apagado el celular. Y, descarado, le dijo: ‘Ya no te preocupes por la guial esa que vivía allí, ella ya no pinta nada en mi vida, es periódico de ayer, un cero a la izquierda, no viste que delante de ti le dije que tú eras la mandamás’. Y tomó aire para terminar: ‘Ya yo elegí, y te elegí a ti’.

La perorata de Pablo no convenció a Ismanis, quien se mostró esquiva con él durante todo el día. Al mediodía bajó a comer con un bonchao de gente, para evitar intimar con él, luego, a media tarde, a la hora del cafecito, se sentó con otro grupo, indiferente a que él la seguía con la mirada.

‘Hey, tenle un poquito de piedad al man, pilla la mirada que tiene, parece que le hubieran dado una goleada, un 5-1’, le decían los compañeros, pero la sensual Ismanis no reparaba en el hombre que el día anterior había cambiado a su mujer, con la que llevaba 15 años de vida matrimonial, por ella.

El tiempo siguió su caminar y a las cinco en punto de la tarde, ni un minuto más ni uno menos, todos los empleados estaban apostados en la entrada, listos para poner un pie fuera de las instalaciones de trabajo.

Para alcanzar a Ismanis, Pablo caminaba a paso de ganso, tan rápido que una del grupo le gritó: ‘Cuidado, pues y me pisa el juanete, y no se apure que lo que está para el perro no se lo come el gato’.

Pablo le sonrió nerviosamente a la dama del refrán y siguió hasta ponerse al lado de la mujer de sus sueños.

‘¿Qué es lo que pasa, mami?’, le dijo y la agarró por el brazo. Ismanis se le soltó y caminó hacia una cacharpita roja que estaba estacionada afuera de la empresa.

Pablo no le perdió pie. Cuando le vio la intención de subirse al carro destartalado le preguntó: ‘¿Y ese man quién es?’.

‘Ese es mi marido’, contestó la curvilínea. Pablo se puso pálido y tembloroso, y con el poquito de valor que le quedaba, dijo: ‘Pero tú me dijiste que estabas soltera’.

‘Bueno, para que veas que las mujeres también sabemos mentir’, le dijo ella y subió al auto.

Verla subir fue como traerlo a la vida y violentamente le dio tres bofetadas al vidrio delantero de la cacharpita mientras le exigía a Ismanis que eligiera.

‘¡¡¡¡O él o yo!!!!’, gritaba como loco. ‘¡¡¡Te doy un segundo para que elijas, él o yo!!!!’, decía y golpeaba el vidrio, indiferente al dolor que sentía y al chorro de sangre que emanaba de su mano.

Ismanis lo miró, despiadada, y gritó: ‘¡A él!’.

Y subió a la cacharpita mientras los compañeros buenagente, a puro pulmón, apartaban a Pablo, para que el otro, ‘el elegido’, no le pasara las llantas por encima.

MORALEJA: CUANDO TE INTERESE UNA MUJER, INVESTIGA ANTES SU ESTADO CIVIL.

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