El herido

Los gritos de los compañeros no amortiguaron el golpe del cuerpo contra el pavimento, lo que provocó gritos entre esos hombres de nervios firmes
  • viernes 16 de septiembre de 2016 - 12:00 AM

La triple mala suerte le llegó a Horacio un sábado, minutos antes del mediodía, hora en que se pone fin a una larga semana de trabajo y llega el ‘don capataz' con los sobrecitos amarillos preñados de plata. Es la hora también en que se da el encuentro con la otra, la que lo menea mejor que la de la casa, o se va el bonchao sediento a refrescarse por ahí. Pero esta vez, Horacio no pudo hacer ni una cosa ni la otra ni la otra, porque por su carácter rebelde dejó de ponerse un dispositivo de seguridad y se fajó a trabajar como los machos; en la pelea con el trabajo y el reloj más la insistencia de la otra, Nery, llamándolo al celular, no vio el peligro y resbaló.

Los gritos de los compañeros no amortiguaron el golpe del cuerpo contra el pavimento, lo que provocó gritos entre esos hombres de nervios firmes ‘se descalabró, se descocotó, se desguañingó, llamen al 911', decían y se acercaron a auxiliar al herido. Cuando oyeron al compañero pedirles que le avisaran a Nery se alegraron y lo llevaron en brazos al hospital. ‘Esa ambulancia llegará el día del huevo', dijeron a coro y el mandamás del grupo ordenó que llamaran a la famosa Nery. Ninguno de los presentes alcanzó a oír que el herido pedía que le avisaran a la amante que no viniera, no que le informaran del accidente. Cuando lo supo el capataz, buscó el expediente de Horacio y le avisó a la esposa del herido, la sensual Yira, quien, tras armar una llantarria descomunal, salió para el centro médico a saber cómo estaba su marido. Lo encontró lleno de vendas en la cabeza, pero vivo y sentado en una silla de ruedas. La mujer, al verlo ‘libre de peligro', se tiró al piso dominada por la euforia y allí deleitó a los enfermos con un espectáculo fuera de orden. Un seguridad la puso en su sitio y le advirtió que era una zona de silencio. "Lo suyo es acompañar al paciente mientras esté aquí', le dijo rudamente y le puso las manos de ella sobre la silla de ruedas. Apenas habría dado tres pasos el seguridad cuando llegó Nery, envuelta en un llanto ruidoso que cesó apenas vio a su marchante lleno de vendas, pero ¡vivo! Se acercó llorosa a la pareja y apartó las manos de Yira de la silla de ruedas al tiempo que le preguntaba ‘¿usted es la hermana?'.

Yira la miró como si Nery hablara otro idioma y le respondió ‘tú estás loca o te haces la loca, yo soy la esposa de Horacio, quién eres tú'. Hubo un silencio absoluto entre los que esperaban o acompañaban a los enfermos, nadie se perdía ni un detalle del percance. Justo en ese momento vocearon por los altavoces ‘Horacio Neruda al consultorio 5'.

Fue cuando se armó la batahola. Nery, con maña y fuerza, tomó control de la silla de ruedas del herido y se encaminó al consultorio. El forcejeo empezó silencioso, pero como ambas tenían fuerza y ninguna quitaba las manos de la silla, llovieron los insultos y las advertencias mientras el herido no lograba entrar a recibir nueva atención de los galenos. Cuando repitieron el llamado, el herido reaccionó y a gritos pidió auxilio. Un familiar de otro paciente, que había visto la pega, se levantó y a viva fuerza les quitó las manos de la silla de ruedas y entró con Horacio al consultorio. Afuera quedaron las dos mujeres desangrándose con la lengua y los puños, azuzadas por una veintena de acompañantes de enfermos. Alguien llamó al seguridad que vino enérgico y las sacó del lugar. Cuando las damas se refrescaron, pidieron entrar, pero se los prohibieron, de manera que ni siquiera pudieron subir a saber dónde les dejaban a su amorcito del alma. ‘Ya lo subieron a la sala', les dijo el seguridad y les tocó a las dos retirarse sin ver al hombre que las ponía a suspirar.

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Cita: No creo en la mala suerte, pero sí en que algo se hizo mal.

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Refrán: La mala suerte es pelota, que pega, pero rebota.

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