Doméstica tramposa

Un tremendo zaperoco se formó en el hogar de una ejemplar familia del barrio, cuando la doméstica salió embarazada y querían obligar al ...
  • martes 05 de julio de 2011 - 12:00 AM

Un tremendo zaperoco se formó en el hogar de una ejemplar familia del barrio, cuando la doméstica salió embarazada y querían obligar al hijo de la pareja a reconocer al bebé, paternidad que fue rechazada porque alegó que nunca tocó a la muchacha, una dominicana, quien insistía en meterle el cují al pela’o.

Todo sucedió cuando la doméstica Dalia, quien tenía 15 años de laborar en la casa de la señora Lorena, de mucha confianza, porque se la había recomendado su hermana Sandra, quien la trajo de República Dominicana, durante un viaje a este país de la caché bombita, con papeles, pasaporte y todo.

Como era de confianza, en ocasiones se quedaba sola en casa, donde el esposo de Lorena la consentía con regalos y en ocasiones la llevaba a comer hamburguesa con papitas fritas que bajaba con un batido ya que tiene un carro de segunda, que le compró a un hindú. Todo a escondidas de Lorena.

Pero de repente, Dalia empezó a sentir mareos, vómitos y deseos de comer mango verde, con sal y vinagre, por eso, su patrona Lorena la llevó al Centro de Salud de Parque Lefevre y cuando le hicieron la prueba de embarazo, le salió su domingo siete.

Vinieron las preguntas y las advertencias, Dalia dijo que había tenido relaciones sexuales con Mario, el hijo de Lorena, en varias noches, cuando llegaba tarde, borracho y con ganas de hacer sexo, que lo complacía por tratarse de su hijo, a quien cuidaba y atiende desde los cinco años de edad, ahora tiene 20, lo que enfureció a la madre, quien le recriminó haber abusado de la confianza de la doméstica.

Mario negó que haya tenido algo con la doméstica, al contrario, dijo que nunca le gustó, aparte de que tiene su novia, con quien está comprometido, algo que desconocía su madre, sin embargo, pasaron los nueve meses y nació el que tenía que nacer, que trajo otros problemas en la familia, porque el joven se negaba rotundamente a ser el padre de la criatura, por eso se largó y se refugió en la casa de su prima Dorita, por las Cumbres.

Su novia lo dejó al conocer que era el supuesto padre de Norberto, como llamaron al niño, en honor al abuelo paterno o sea el padre de Mario, quien guardaba silencio, alegando que tenían que evitar un escándalo porque podría perder el trabajo, como juez de menores en un Juzgado de Menores. Dalia continúa laborando con la familia, ya que era doméstica, pero igual parte de la familia.

Al cabo de cinco años, cuando Norbertito iba para la escuela, su abuela Lorena tenía que llevar la prueba de sangre de la paternidad, por eso sin consultar a nadie, lo llevó a una clínica privada, donde le hicieron un ADN y pudieron comprobar con la sangre, que el 99.9% no es hijo de Mario, el hijo de Lorena, pero sî de Norberto, (padre e hijos se vieron obligados a hacerse el ADN) situación que puso histérica a la mujer, quien juró matarlo con sus propias manos y meter presa a Dalia, por mentirosa y haber hecho sexo con su marido y culpar a su hijo Mario.

En la noche, durante la cena, Dalia sirvió la comida a la familia, se encontraba Mario, pero no hubo tiempo de explicaciones y reclamos, ya que Lorena, armada con un bate de madera, empezó a repartir madera, le partió en dos el cráneo del marido Norberto y le reventó dos costillas a Dalia, la doméstica, quien suplicó perdón por haber mentido, pero advirtió que el padre de la criatura la había amenazado con devolverla a su tierra natal, donde la situación está dura.

El caso llegó a los tribunales de menores, pero no al mismo tribunal donde Norberto es juez, sino a otro, donde le dieron la custodia del niño a Lorena, como abuela consagrada, por más que lloró e imploró Dalia, quien apeló la decisión del juez.

Pero Norberto se vio obligado a reconocer al hijo, para poder matricularlo en la escuela, pero lo echaron de la casa por haber engañado a su esposa, preñado a la doméstica y lo peor, aceptar que culparan a su propio hijo, por eso hay un dicho que dice: el padre no puede ser abuelo de su propio hijo.

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