Dos brujas para un ‘angelito’
- viernes 01 de noviembre de 2013 - 12:00 AM
Boris no era supersticioso, pero tampoco dejaba de creer. Por eso amaneció muy preocupado, había soñado con un espectáculo de horror: varios diablos menores preparaban la hoguera para quemar vivo al diablo mayor; desde donde estaba podía sentir el calor de las llamas y el olor a azufre mientras decía: Dios del cielo, van a quemarlo vivo, pobrecito. En ese momento el panorama cambió drásticamente, ahora no era a Satanás a quien traían amarrado y desnudo para quemarlo. Un diablillo pelirrojo chilló y dijo en una lengua desconocida: Traigan a Boris Obama, ese es el que vamos a quemar hoy, e inmediatamente una turba de diablos lo rodearon y desnudaron.
Ya está listo, dijeron al unísono en otra lengua también desconocida y, zas, lo lanzaron a las llamas. Auxilio, gritó y su propio grito lo despertó. Y ya no tuvo paz, por si acaso, decidió cancelar ese día la cita con Bella, la amante. Mantuvo su decisión hasta casi la hora de salida, cuando aquella lo llamó para decirle que Filiberto regresaría tarde. ‘Vengase, para acá, papacito, que me gusta hacerlo con la adrenalina del susto, véngase, que ya yo tengo un disfraz que lo volverá loco, uno de colegiala, así que venga a darse gusto con esta pelaíta’, dijo Bella y eso le alborotó las hormonas a Boris, quien siempre había querido hacerlo con una chiquilla con uniforme de estudiante.
Casi a las cinco salió Boris para la casa ajena invocando al Altísimo: Ay, Diosito, que ese sueño tan horrible sea solo eso, un sueño. Detuvo el carro cuando ya estaba llegando, para hacer la clásica: Mami, ya vamos a entrar a la reunión y por eso voy a apagar el celular, tú sabes cómo es esto, no me esperes despierta, apenas termino voy para la casa, a golpe de madrugada, oíste, mi amor. Por primera vez en diez años de queme semanal se compadeció de Linda y otra vez el sueño lo martirizó, tanto que estuvo a punto de regresarse, pero pudo más la mala pasión por Bella, quien lo recibió con dos colitas y un uniforme de colegio que él fue quitándole desesperadamente mientras le clavaba sin piedad sus dientes de conejo en los senos abundantes.
Estaba concentrado en eso cuando Bella gritó: Ay, mi madre, mi marido, Filiberto acaba de llegar, qué le pasaría a ese desgraciado. Tuvo Boris que salir en estampida por la parte de atrás, perseguido por un ganso viejo. Se moriría, veinte años después, sin saber cómo logró salir vivo de ese infierno que se hubiera desatado si Filiberto lo hubiera encontrado metiéndole diente a su mujer.
‘Ese era el significado del sueño’, dijo cuando por fin llegó a su casa. Entró en puntillas para no despertar a la sufrida Linda, a quien encontró muy despierta, disfrazada de enfermera y jugando en la bañera con otro, que, al igual que él, también le desabotonaba el uniforme para hincarle sus dientes en la exuberante pechonalidad.
Un grito de dolor los sacó del disfrute. Linda volteó enseguida y vio a su marido que se desplomaba con las manos en el pecho. Y tal como estaba, con el disfraz de enfermera, corrió con él para un centro médico.
‘Está delicadito, pero sobrevivirá, al parecer fue una impresión contundente que recibió y su corazón patinó’, le dijo el doctor a Linda, quien masculló: Flojo del carajo, diez años recibiendo yo esa impresión y jamás me he desmayado siquiera.