Momentos de Fe: Mi Homenaje al Papa Francisco

- lunes 21 de abril de 2025 - 9:18 AM

La primera foto captura de uno de los momentos más felices de mi vida: cuando estuve presente en la homilía del Papa Francisco en la casa El Buen Samaritano en Juan Díaz durante su visita a Panamá. Desde el instante en que llegó hasta su partida, volví a sentir aquella misma sensación que inundó mi alma en Roma, cuando tuve el privilegio de presenciar su elección y escuchar sus primeras palabras: “recen por mí” en italiano. Esta experiencia transformó mi manera de conectarme con Dios a través de la fe.
Hoy, mi corazón se encuentra en una danza entre la nostalgia y la plenitud al despedir al Papa Francisco en este día que parece divinamente escogido. Qué profundamente significativo que su partida coincida con la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Lo vi ayer en esa transmisión donde la tristeza se notaba en su rostro, porque como expresó una amiga: “el peso del deber apresuró su partida”. Y así fue, porque estuvo comprometido con Dios hasta su último aliento.
Su adiós en el Domingo de Resurrección no puede ser coincidencia. Para mí, es un mensaje celestial, una señal inequívoca de la profunda conexión espiritual que Francisco mantuvo con el mundo divino. Incluso en su despedida, nos entrega una lección de fe.
La providencia divina me bendijo permitiéndome verlo de cerca varias veces. En Panamá, experimenté el privilegio de encontrarme personalmente con él. Su mirada tenía algo especial, algo que trascendía lo visible, haciéndote sentir simultáneamente comprendido y amado. No era simplemente estar frente al Sumo Pontífice; era percibir una presencia que superaba lo terrenal.
No puedo afirmar que la tristeza me embarga. ¿Cómo podría, cuando ha partido en un día que encarna la promesa de vida eterna? Su misión en este mundo se cumplió cabalmente. Nos dejó precisamente cuando celebramos que la muerte jamás tendrá la última palabra.
Francisco, nuestro querido Papa latinoamericano, nos enseñó que el Evangelio no es un manuscrito antiguo sino una invitación viva y palpitante a amar como lo hizo Jesús. Nos mostró que la fe se vive en las calles, entre los necesitados, junto a quienes la sociedad ha olvidado.
Gracias infinitas, amado Papa, por cada palabra pronunciada, por cada gesto que me acercó a encontrar a Dios en lo cotidiano. Tu partida en este Domingo de Resurrección confirma lo que siempre percibí: fuiste un instrumento divinamente elegido para recordarnos que Dios permanece presente, eternamente, hasta en la despedida final.
Ahora descansas en la casa del Padre, donde sin duda fuiste recibido con las palabras: “Bien, servidor bueno y fiel”.
