• miércoles 26 de julio de 2023 - 12:00 AM

Peladitos

Qué difícil no conmoverse ante esta realidad de nuestros infantes

Son 14 bebés, de 0 a 4 años, juntos en un espacio abierto y controlado. Hay uno boca abajo, sin moverse. "Se está haciendo el muerto", me dicen. En otro espacio está una criatura de 2 años que no deja de llorar. Hago la pregunta obligada, ¿por qué? La respuesta me hizo un nudo en la garganta por la emoción: "Llora porque cambió de centro y extraña a su cuidadora. Todos esos angelitos están sin sus mamás ni papás, unos por abandono, otros por procesos judiciales de protección".

A los 4 años, deben cambiar de centro y volver a adaptarse a nuevas figuras de cuidado. Los que califican para la adopción tienen la desventaja de que, mientras mayores se hacen, disminuyen sus probabilidades, porque los adoptantes los prefieren entre 0 y 2 años y, en ocasiones, con características especiales.

A las cuidadoras las llaman «tías»: por razones obvias, no pueden llamarlas «mamá». Y muchas veces reciben la ayuda de jóvenes del servicio social de universidades y escuelas que cumplen sus horas allí como parte de los requisitos para graduarse.

Me cuenta una joven estudiante que tiene que cuidar sus lentes por el peligro que representa la curiosidad de estos bebés, y que los más grandecitos regalan abrazos con la generosidad de la niñez.

Qué difícil no conmoverse ante esta realidad de nuestros infantes. Digo «nuestros» porque ellos son responsabilidad de toda la sociedad, no de unas cuantas personas.

Vemos niñas dar a luz sin poder atender a sus hijos. Y, cuando la vivienda o la familia de los niños no son aptos para criarlos, un juez debe separarlos de su hogar y llevarlos a un lugar seguro.

Abogada, mediadora, coach