• jueves 10 de abril de 2025 - 12:00 AM

Otra vez metiendo la cuchara en el Canal

Otra vez, el cuento se repite. Según el embajador de EE. UU., Mari Carmen Aponte, ellos solo están “observando”, pero sugieren que haya un monitoreo internacional para garantizar que el Canal siga funcionando bien. ¡Ajá! Y entonces, ¿dónde queda nuestra soberanía? ¿Acaso se les olvidó que el Canal es panameño desde el 31 de diciembre de 1999 y que nos ha costado años de lucha, negociaciones, muertos y sudor lograrlo?

Esta no es la primera vez que los gringos o sus aliados vienen con discursos disfrazados de ayuda para intentar influir en lo que es nuestro. Recordemos cómo han tratado de meter presión sobre decisiones internas usando organismos internacionales como la OEA, que a veces más parece una extensión del Departamento de Estado que una entidad imparcial. Panamá no es un niño chiquito que necesita supervisión. Somos un país soberano, con capacidad técnica y humana para buscar soluciones. Tenemos expertos, tenemos instituciones, tenemos a la ACP que, a pesar de sus fallos, sigue siendo uno de los órganos más eficientes que tenemos.

Aquí el problema es más profundo, lo que está en juego es el control sobre la ruta más estratégica del mundo. No se equivoquen. Detrás de esa preocupación por el agua, lo que hay es una sed inmensa de poder. El agua es la excusa perfecta para entrar por la cocina y luego adueñarse del comedor.

Lo más triste es que todavía haya panameños que repiten el discurso extranjero como si fuera verdad absoluta. ¿Acaso no hemos aprendido nada de la historia? ¿Vamos a permitir que se repita el tutelaje colonial, pero con disfraz moderno?

Los panameños tenemos que estar alerta. Este tipo de maniobras disfrazadas de cooperación son el primer paso hacia una nueva forma de intervención. Hay que exigir transparencia, sí, pero desde casa. Y si hace falta ayuda técnica, se pide bajo nuestros términos, no bajo condiciones impuestas por potencias que no nos ven como iguales.

Porque al final del día, el Canal es más que un negocio, es símbolo de nuestra identidad, de nuestra lucha y de nuestra capacidad como nación. No dejemos que nos lo arrebaten, aunque esta vez sea con sonrisas, diplomacia y promesas de ayuda.

Lo más triste es que todavía haya panameños que repiten el discurso extranjero como si fuera verdad absoluta.