- jueves 15 de diciembre de 2016 - 12:00 AM
Oro de papel
Son pocas las obras de comunicación masiva que logran mantener una audiencia por tanto tiempo. La Estrella de Panamá ha estado en la palestra durante 167 años consecutivos.
Como legado y patrimonio nacional e internacional, es la persistente y cotidiana manifestación de un intercambio considerable de valores humanos en su llamativa longevidad, una de las mayores en este continente con nombre de aventurero de dudosa reputación.
En vez de rastrear oro en California, durante aquellos días afiebrados de febrero de 1849, los fundadores se vieron obligados a fundar este matatiempo que informaba sobre el arribo de los barcos en Colón y Balboa, cuando el canal era a caballo, sin ferrocarril y sin charco.
El buque que esperaban en el puerto en el Pacífico se retrasó, y así nació este medio, que en aquel momento fue una entretención con informaciones.
La historia del país, el Estado Federal, el departamento colombiano y la república se confunden. En algún momento La Decana fue políglota: español, inglés, francés y mandarín. Después de la II Guerra Mundial, tuvo cabeceras, separadas: español e inglés.
Aporta a Panamá y al continente un testimonio excepcional del quehacer humano, cuando muchos de los valores expresados en sus páginas están desapareciendo, y es ejemplo sobresaliente de cultura, comunicación periodística, libertad de prensa, libertad de expresión y derechos humanos.
La Estrella, como su hermano El Siglo, está asociado a acontecimientos de tres siglos, que pocos medios pueden darse ese lujo, así como a tradiciones vivas, ideas o creencias.
Es un legado de la comunidad nacional e internacional, atado a la fiebre del oro, tan determinante en la sociedad estadounidense, y que no desdice frente a otros patrimonios como el Carnaval de Barranquilla, el vallenato, el merengue, los cantos cosacos, el teatro de marionetas de Eslovaquia, la fabricación tradicional de cencerros de Portugal, el café a la turca o el ritual de amansar a las camellas.
Ni el Gobierno de EE.UU. debe destruirlo; ni el de Panamá, airear la política del avestruz: debe ser declarado patrimonio nacional y patrimonio mundial.
Periodista y filólogo