• miércoles 29 de octubre de 2025 - 12:00 AM

La señal escolar gallito

Panamá presume el mayor ingreso per cápita de América Latina, una economía dolarizada y un crecimiento sostenido que, sobre el papel, deberían traducirse en bienestar y modernidad. En el sistema escolar —de preescolar a media— la historia es otra: solo 3 de cada 10 estudiantes cuentan con Internet de calidad; la mitad no tiene conexión, y uno de cada cuatro sobrevive con la ya tradicional señal gallito: aparece cuando nadie la busca y desaparece en el minuto de entregar la tarea.

La tragedia más visible del país no ocurre en los mercados ni en las finanzas, sino en las aulas. Los niños panameños estudian con menos megas que esperanza, y los maestros intentan enseñar con plataformas que se congelan al primer clic. Los políticos miopes, que no leen estudios ni estudian ni observan ejemplos exitosos, anuncian planes digitales sin estructura, como si el progreso pudiera improvisarse como repentista harto de vitamina.

La prioridad está clarísima: primero la conectividad robusta; luego los dispositivos. Repartir tabletas sin banda ancha confiable es poner la carreta delante de los bueyes. Es invertir en pantallas que no cargan ni el primer archivo de la tarea. Panamá necesita una red pública estable, veloz y segura; no una red chichera que se apaga al mediodía.

El país debe negociar con los operadores de señal y empresas tecnológicas para asegurar un acceso universal que estimule la curiosidad, la investigación y la autonomía de aprendizaje. Y ponga a competir a nuestros estudiantes. Conectividad no es lujo: es el nuevo lápiz del siglo XXI.

Uruguay lo entendió hace dos décadas. Su Plan Ceibal garantiza 100 % de conectividad escolar, un dispositivo por estudiante y formación docente permanente en tecnología. Gracias a esa base, Uruguay y Chile encabezan las pruebas TERCE y PISA en lectura, ciencias y matemáticas. En Panamá, el 60 % de los docentes no ha sido capacitado en herramientas digitales, y no existe un mapa nacional de cobertura escolar actualizado.

El país que conecta océanos aún no logra conectar sus propias aulas. Una responsabilidad grave en orfandad.

Miembro de la Academia Panameña de la Lengua