Una vez más, nuestra Patria está en peligro. Peligro interno con la posición dictatorial de nuestros gobernantes y peligro externo por la amenaza del presidente de los Estados Unidos de irrespetar la soberanía de los pueblos; pueblos que como Méjico, Canadá, Brasil y otros se le han parado firme, respondiendo a sus amenazas, a diferencia de nuestros gobernantes. Panamá tiene que unificarse con todos los gobiernos amenazados.
Se es blandengue con Trump, pero agresivo con los panameños. Incongruente y desatinado. Con la riqueza generada, nuestro país debería ser la “tasita de oro”, inundado de activos, buenos salarios, exuberantes escuelas, excelentes vías de comunicación, medicinas y alimentos baratos o por lo menos al precio de otros países como Colombia.
Cuanta verdad en las palabras del dictador Noriega cuando expresó: “vendrán peores que yo” y la población callada, la más perjudicada, la juventud, callada.
En la Cinta Costera el domingo 23 se protesto por la mina, pero: ¿qué de la Ley 462 que les perjudicará desde este momento?
¿Dónde están las investigaciones por la falta de pago de los patronos a la Caja de Seguro Social? ¿Qué de los 563 millones que pagó la minera en el gobierno del pariente anterior?
¿Qué de los defraudadores del fisco que la ley no alcanza por ser políticos, ser del Ejecutivo, Legislativo, Judicial u organización no gubernamental?
Mateo Iturralde dejó un mensaje muy claro, al cual a pocos ha importado analizar y comprender. “Yo no vendo mi Patria”. Repican las campanas. La procesión, detrás de la Patria adolorida. Pronostican el deceso y sepelio.
Igualmente, Benito Juárez expresó: “Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan”. Los panameños, con la frente en alto tenemos la obligación moral, física y personal de oponernos a todos y cada uno de exabruptos que pudiera cometer el gobierno.
En estos momentos hay dos temas relevantes. La Ley 462 y la reapertura de la mina. Unamos fuerza. La Patria es una sola y nos necesita, no puede fenecer. Dios te salve, Panamá.