- domingo 23 de noviembre de 2025 - 12:00 AM
Hace tiempo vengo observando ese fenómeno de la publicidad y el comportamiento de los panameños, sin distingos de clase, frente al fútbol de nuestra selección con sus altas y bajas.
Confieso que no vi el juego pasado contra la Selección de El Salvador. Sufro las pérdidas de goles y las oportunidades. No debería de sufrir, quien ha hecho de los contratiempos una oportunidad de seguir luchando con Fe por alcanzar victorias futuras, aunque los años que vienen no parecen indicarme que mi Fe tenga asidero.
Cuando crecí el fútbol no aparecía. Eran los colegios católicos quienes se distinguían con este deporte. Para esos años el boxeo con Ismael Laguna era nuestra gloria y el béisbol en los veranos llenaban nuestras ansias de glorias nacionales e internacionales. Después de Laguna será Roberto Durán, el Cholo, el que llene nuestros corazones de glorias aquí y allá. Ayer y también hoy es nuestro héroe nacional e internacional de mil batallas. Vivirá eternamente en el recuerdo de los deportistas del mundo. Nadie como él.
Últimamente, el fútbol nos ha regresado la Fe de soñar en lo grande. Ahora los panameños ricos y pobres, capitalinos e interioranos tienen, sienten que tienen un proyecto nacional: triunfar en el mundial. Que nos respeten en el juego millonario del fútbol. Ahora somos mundialistas.
Por segunda vez iremos a un mundial impulsado por una barra brava, que no desmaya, inspirada, fiel y que empapa el alma nacional. Esa alma nacional abandonada desde hace mucho tiempo por los políticos, por los partidos, por los Gobiernos, por la frustración, por el desánimo y por los incrédulos que no creen en lo positivo de los panameños, en la grandeza de lo nacional y que ya no tienen sueños. Y ahora, una muchachada de jóvenes nos están haciendo soñar. Jóvenes, sí, muchachos de nuestros barrios populares, nos están diciendo con su juego que si es posible triunfar, que si podemos ganar, que sí podemos llegar al mundial y hacer el esfuerzo.
Otro mensaje de la fanaticada panameña, de la marea roja, que nos puede servir de ejemplo y creo que no nos hemos dado cuenta. Han convertido el sombrero pintado en un símbolo nacional a nivel internacional. Tanto los jugadores y la fanaticada no solo se visten de rojo, sino que usan el sombrero pintado como una forma de distinguirse. Y ya con este mundial es una marca. Hoy el mundo entero con todos sus titulares hablan de Panamá y su sombrero pintado. Somos más que un Canal, gracias a nuestros jugadores de fútbol y a la gran marea roja que acompaña a esa muchachada con Fe y entusiasmo.
Los panameños debemos aprender que también la Nación panameña, la Patria de nuestros abuelos, necesitan esa Fe, esa Unidad, ese entusiasmo, esa lealtad a la bandera, a la historia istmeña, a nuestros héroes y mártires, que los tenemos, para construir un Panamá Mejor un Nuevo Panamá que cure nuestras heridas y juntos trabajemos por el pan nuestro de cada día.
¡Vamos Panamá!!! ¡Vamos Marea Roja!!!