- jueves 03 de abril de 2025 - 9:15 AM
El laberinto de un salvoconducto
Todo lo relacionado con el caso del señor Martinelli tiene la característica de generar incertidumbre, desasosiego, especulaciones, dudas, teorías de conspiración y morbo. En definitiva, es un escenario de manejo mediático y control de una matriz publicitaria que impacta directamente en la psiquis del panameño, sin importar su posición social. Todo se resume en una máxima: todo el mundo está hablando del caso Martinelli.
Al escuchar al canciller de la República anunciar el otorgamiento del salvoconducto para que el expresidente viajara a Nicaragua, comenté con un grupo de amigos en nuestra reunión quincenal: “viene otro show mediático para entretenernos”. No me equivoqué.
No hace falta un doctorado en La Sorbona para entender que estas cosas no se manejan así. Estas decisiones no se anuncian, se ejecutan. Se supone que han existido conversaciones y acuerdos reservados entre los Estados, y solo se informa a la población cuando el beneficiado ya está camino al aeropuerto o en pleno vuelo, en el peor de los casos.
Y no pequen de ingenuos diciendo que con Martinelli eso no se podía hacer, porque las negociaciones previas debían incluir a su equipo, y una de las condiciones fundamentales era la discreción y el sigilo del proceso. Esto es una práctica común en derecho internacional, pero parece que aquí ha primado la novatada.
Otra novatada fue la declaración del director de la Policía Nacional. Con todo respeto y conocimiento de causa, esa entrevista y los comunicados nunca debieron emitirse. Este es un tema diplomático y político, y la prudencia obligaba a guardar silencio. Al romper este cerco de manejo de competencias, se incurrió en una actitud beligerante. No dudamos que el director de la Policía sabe de qué estamos hablando y cuáles son las consecuencias de ello en un estado democrático.
Como si fuera poco, se cometió otro error de principiante al pedir a la Corte Suprema de Justicia que emitiera una “observación” sobre el salvoconducto. La corte no está para hacer observaciones ni siquiera en temas de su competencia, y mucho menos en asuntos que no le corresponden. La corte emite pronunciamientos a través de sus fallos, y punto.
Finalmente, este laberinto terminó de enredarse con la declaración de la persona que realmente manda en Nicaragua, la señora Murillo. En vez de adoptar una postura diplomática, dio una arenga política al estilo de la izquierda latinoamericana extremista y esotérica que hoy gobierna al noble pueblo nicaragüense. El jueves vence el plazo, y todo indica que el huésped de la embajada ya empezó a desempacar.