Un sabio y anciano agricultor sintió que la hora de morir se acercaba. Entonces, llamó a sus hijos y les dijo que se repartieran la tierra y la siguieran cultivando; además, les reveló que cuando él muriera, justamente a un pie de profundidad, encontrarían un tesoro. Tan pronto falleció el viejo, los hermanos cavaron todo el terreno, sin encontrar tal tesoro. Fatigados y con las manos vacías, descubrieron que la tierra estaba muy bien preparada para la siembra, y procedieron a hacerlo, para cumplir la última voluntad de su padre. Al llegar la cosecha, esta fue tan grande…que hasta entonces descubrieron que el tesoro escondido, el tesoro prometido por el difunto: era el fruto del trabajo y del esfuerzo. ¡Por eso les dijo que siguieran cultivando! También el Señor nos da un tesoro, que a veces permanece ignorado o escondido: un Espíritu ‘de poder, de amor y de dominio propio'. Sin embargo, el temor nos invade en asuntos tan cotidianos, como inevitables. Por eso proliferan, el miedo a la muerte, a enfermarse, a enamorase, a invertir, a perder un ser querido, al futuro, a fracasar, a la crítica, etcétera. ¿Temes? Recuerda, que escrito está: ‘no nos ha dado Dios espíritu de temor'. ¡Echa fuera el temor! Y deja que el Espíritu ‘de poder, de amor y de dominio propio' tome control de ti. Entonces, con sólo cavar un poco, con esforzarte un tanto, saldrá a relucir el Tesoro de Dios, y grande será tu cosecha de triunfos. ¡Atrévete! ¡‘No temas, ‘Yo te ayudo'!, dice el Señor