• viernes 01 de noviembre de 2013 - 12:00 AM

Desarrollo sintético

Al final de todas las quincenas, muchas familias panameñas entran en una disyuntiva recurrente sobre el uso adecuado de sus recursos. ¿S...

Al final de todas las quincenas, muchas familias panameñas entran en una disyuntiva recurrente sobre el uso adecuado de sus recursos. ¿Se pagan las cuentas primero o se hace mercado antes? Muy dura decisión para las cabezas de hogar. Nada más difícil en estos días que ir a un supermercado, una feria libre o al chinito de la esquina. Comprar alimentos y artículos de primera necesidad, se constituye hoy día en una proeza para cientos de miles de familias panameñas, que ven cómo el esfuerzo de sus jornadas de trabajo se diluye en una salvaje especulación de precios, que se sustenta a través de la oficialidad estatal, que considera los precios de la canasta básica familiar parte de un esquema de libre mercado.

Granos, cereales, carnes, lácteos, legumbres, verduras y frutas son, bajo la mirada parcializada del Gobierno, simples artículos de consumo, sujetos al vaivén despiadado e inescrupuloso de un puñado de intermediarios y especuladores que lucran con el esfuerzo del productor nacional, y más aún, con el plato de comida de los panameños. Promesas de campaña incumplidas en este sentido, en que la inflación artificial ha jugado un papel nefasto para la calidad de vida de una población asfixiada por el espejismo creado por los malandros de cuello blanco, que hacen negocios a costilla del erario, sin que el sistema de justicia se atreva, tan siquiera a señalarlos.

Lujosas torres se yerguen sobre el firmamento, mansiones, canchas de golf, clubes de yates, hoteles, puentes, centros comerciales y un metro en construcción esconden la verdadera realidad que consume al país por dentro, y que solo se puede percibir, a través de sus crecientes problemas sociales, de seguridad y de institucionalidad. El costo de los alimentos, producto de una espiral de inflación especulada y sin control, hace que todo el crecimiento en infraestructura y desarrollo material sea de uso cosmético para maquillar la ausencia de desarrollo humano. La politiquería barata y las ‘jumboferias’ se constituyen en paliativos para lastimar la dignidad de un pueblo que habitualmente solía alimentarse con mayor normalidad.

Jugos artificiales enriquecidos con azúcar sintética, quesos a base de sustitutos de leche, fiambres preservados con exceso de sodio y productos enlatados en China y etiquetados en Panamá, entre otros alimentos de mentira, se han constituido como parte de la dieta diaria del panameño que, de un día para otro, tuvo que sacrificar la calidad de sus alimentos para presentar, engañosamente, en la mesa de su familia, un plato de comida servido. La libertad económica también permite a los que cuentan con recursos, comprar en las vitrinas de los supermercados la mejor calidad de alimentos, como se si viviera en un país del Primer Mundo.

* PERIODISTA

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