Como en los tiempos brillantes de la lucha libre, la contienda por la nueva ley de la entidad de los asegurados quedó siendo una batalla real, con la diferencia que aquí no es todos contra todos, sino todos contra unos pocos.
Apenas subieron al ring los gestores de la nueva norma, o mejor dicho, iban subiendo las escaleras para entrar el cuadrilátero cuando los esperan los contrincantes. Y aquí no aplica eso de con los brazos abiertos.
Los golpes caían como goterones de lluvia. Una lluvia que empezó y que no tiene pronóstico estimado de cese. Y todo esto, sin que suene la campana, porque oficialmente la campana no ha sonado.
Lo ocurrido hasta ahora es calistenia visible a la vista de todos. Nada queda registrado como oficial, si es que este tema puede catalogarse como oficial o no oficial. Esta semana empezará a correr el tiempo real del combate.
Los pugilistas en sus esquinas tienen que calzarse los puños con argumentos contundentes elaborados tras quemarse las pestañas leyendo el documento, que no se puede asimilar en la primera pasada. L a ventaja es que este es un combate atípico, por su duración, y está en meses claves para la vida del panameño.