“Qué quiere el viejo”

Los pocos que vieron salir a Leonidas presintieron que algo grave pasaba; eran muchos los años de conocerla 
  • martes 02 de febrero de 2016 - 12:00 AM

Los pocos que vieron salir a Leonidas presintieron que algo grave pasaba; eran muchos los años de conocerla y jamás la habían visto poner un pie fuera del hogar sin la compañía de su ‘marío', como llamaba ella a su compañero de medio siglo y padre de sus cinco hijas, el buenazo de Teófilo, al que también muchísimos le echaron el ojo horas antes, cuando salió de la vivienda con el sombrero adornado con motivos de Momo. ‘Va para la práctica de tonadas, el viejo también tiene derecho, estas fiestas son para todo el mundo', afirmaron.

¡No puede ser!, gritó la vecina cuando supo que Leonidas había salido sola y de noche, eso es un mal presagio, alguna espinita debe haber en su corazón, agregó la mujer e invocó a san Cachondo para que la práctica de tonadas no se viera empañada por ningún contratiempo. Eran muchos los Carnavales que en 50 años de vida común habían pasado juntos Leonidas y Téofilo, oyendo las tonadas en la radio, pero con la celebración de esta fiesta a lo grande llegó a El Chirriscazo la moda de practicar las tonadas unos días antes en medio de venta de comidas, guaro y alegría.

Antes de media hora, llegó al sitio donde los lugareños se divertían. Vio un grupo numeroso del que sobresalía el sombrero de su marido; le pareció que estaba en el centro y que le cantaban a él. Reconoció la voz de la cantalante. ‘Nada más y nada menos que Cantalicia, a quien odiaba desde la lejana noche, antes de que nacieran todas sus hijas, en que Teófilo dijo dormido: Cuándo me perderé en las tetas de Cantalicia'.

Eran muchos años de ese reinado, en el que Cantalicia fue coronada como la primera reina del primer Carnaval de El Chirriscazo, y se decía todavía que no habían visto reina más bella que ella. Se acercó más y oyó a su enemiga cantándole a Teófilo: ‘Qué le pasa al viejo', ‘que le pica el rabo', ‘qué quiere el viejo', ‘que le rasquen la raja', ‘ay, quién ayuda al viejo'. Las coplas fulminaron a Leonidas, que entró como una tromba y sacudió a Teófilo, que sonreído y sentado en un taburete escuchaba lo que le cantaba la bella y sexagenaria Cantalicia.

En segundos pasaron por la mente de Leonidas los 50 años curando a su marido de la herpes que siempre brotaba en la línea divisoria de sus glúteos. La ramita de ciruelo con la que lo rascaba allí en los días de crisis le vino a la mente tan clara que hasta sintió su aroma. Era un secreto entre los dos, ni siquiera sus hijas lo sabían. ‘No lo sabe ni mi madre, porque me dio pena enseñarle esa parte de mi cuerpo', le había dicho Teófilo cuando le dio la primera crisis luego de casados. ‘Será un secreto de esposos que yo me llevaré a la tumba', dijeron ambos aquella vez, y a Leonidas le pareció que sería un seguro contra la infidelidad de parte de él, ya que no se atrevería a estar con ninguna otra por vergüenza de que le vieran sus sentaderas marcadas por la enfermedad.

‘¿¿Cómo lo supo ella y por qué??, gritó Cantalicia y él dejó de reírse. ‘Qué le pasa al vie…', cantó Cantalicia, pero Leonidas no la dejó terminar y la derribó de un solo empujón fortalecido con su rabia y sus celos. Todos salieron en defensa de la cantalante y se formó el revolcón. Teófilo no aguantó el interrogatorio y se llevó las manos al pecho angustiado. Lo sacaron varios borrachos y lo pusieron a la orilla del camino, donde antes de la medianoche se despidió del mundo sin confesarle a su mujer que sí había logrado perderse en las tetas de la primera reina del primer Carnaval de El Chirriscazo, y que ella también sabía lo de la herpes donde no da el sol.

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Intensa: ¿Cómo y por qué lo supo ella?

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Sueños: ¿Cuándo me perderé en esas tetas?

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