La carimanchada

Sandra opinaba que el hombre no debía aguantarle malcriadeces a la mujer, salvo que esta fuera bella. 
  • lunes 03 de octubre de 2016 - 12:00 AM

Abundan en este mundo los individuos de mente estrecha piensa que el valor de una persona depende de su belleza física. Algunos ‘ignorantes' dicen ‘no puedo tener un hijo con fulanito porque aunque él se vea blanco y ojiclaro, la abuelita era una india o una negra', y los hay de peor calaña, aquellos prietos o cholos que se sienten felicísimos cuando les sale un hijo medio clarito, y muestran una marcada preferencia entre este y los chocolatitos. La actitud de estos ciudadanos raya en la estupidez, que queda en evidencia con la sonrisa de satisfacción cuando algún salido les dice ‘te felicito por tu hijo blanquito y bonito, pero no se parece a ti'.

Sandra opinaba que el hombre no debía aguantarle malcriadeces a la mujer, salvo que esta fuera bella. Por eso andaba con el hígado hinchado porque su hijo Abdul a diario sufría las consecuencias del carácter jodido de su mujer, Rachel, quien le agarró el lado flaco al marido desde que se conocieron y ahora no había recurso humano para voltear la tortilla. Las vecinas de Abdul le llevaban las cocoas completitas a Sandra, que se atrevió a encarar al primogénito cuando este fue a llevarle unas cositas.

‘¿Por qué, coño, le aguantas malacrianzas a Rachel? Tú no estás para eso, mírala bien, es fea y gorda, además, ni el tercer año sacó'.

A Abdul lo agarró de sorpresa su progenitora, por lo que no captó bien el mensaje, y salió en defensa de la belleza de su mujer, que solo veía él, que, por supuesto, como recién enamorado, la miraba con los ojos del corazón. Y le soltó la respuesta a Sandra: tú eres bien cosa, mama, tú ya necesitas cambiar los lentes, mi mujer se ve muy bien, entérate, es la que mejor se ve de todas las vecinas, etc.'.

La defensa de Sandra no se debilitó, al contrario, le gritó al hijo que era él quien necesitaba los lentes, que esa supuesta belleza de Rachel solo la veía él, que todas las vecinas coincidían con ella en que la guial era bien feíta. Y añadió: ‘No se hable más de eso y punto, pero, óyelo, no me da la gana que una fea como esa se ponga tantos moños contigo, si fuera bonita menos mal, pero querer mandarte a ti, ni que fuera ella la reina de Saba, que no siga tratándote como a un babieco, porque yo sí la voy a poner en su lugar, como si fuera bonita, cuando la realidad es que es fea hasta la bolita del mundo, quién lo ha visto, una carimanchada y gorda dándosela de mandamás en la casa de mi hijo'.

El hijo sacó su mejor argumento para defender la belleza de su mujer, pero Sandra lo calló con su ‘si fuera bonita'. Terminaron disgustados y ambos juraron no visitarse más, pero la madre faltó al pacto cuando supo que él estaba sin trabajo, y llegó al hogar de Abdul a avisarle que había un trabajo a la medida de él. ‘Te van a entrevistar enseguida', le dijo, por lo que aquel corrió a bañarse y le ‘ordenó' a Rachel que le planchara una camisa.

‘Cómo no, corriendo, plánchala tú, guevón, cuándo me conociste a mí como planchadora', respondió la esposa, y actuó la suegra enseguida ‘ven acá, fea, la planchas o te plancho yo tu bocota'. Y conectó la plancha sin dejar de mirar a la nuera, que no se aculilló. ‘Fea tu madre', le gritó. ‘Más fea que tu mamá y tu abuela vas a quedar tú cuando te ponga esta plancha encima', dijo Sandra y se le arrimó con el aparato. Cuando Rachel vio que la plancha ardiente estaba muy cerca de su cara dio un alarido y salió semidesnuda a la calle gritando auxilio. No pudo Abdul ir a la entrevista, porque la bella lo acusó de querer plancharla y se lo llevaron. Sandra se le acercó a Rachel y la intimidó: Te juro por esta chucha vieja que me voy a vengar...

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