Desilusión
- lunes 27 de junio de 2016 - 12:00 AM
No hay razón para meterse en líos, si se le fue la lengua y le contó a su amiga que vio al marido de ella con la otra, lo más seguro es que su amiguita preguntará ¿¿¿¿cómo es???? Llegó para usted la hora de conectar la lengüita al cerebro, y dígale con aire de lástima: ‘Ay, fíjate que ni la miré, como le tengo tanta rabia por golosearte a tu hombre, preferí no contaminar mis ojos con esa basura'. Esta respuesta en caso de que la otra se vea mucho mejor que su amiga, pero si la pobre salió feíta, descríbasela completita exagerando los rasgos desgraciados de la rival, tenga la seguridad de que mientras usted detalla el rostro feúcho y el cuerpo amorfo de la otra, su amiga la mirará con amor y mantendrá una sonrisa de complacencia que vale un millón, además de que afianzará la amistad entre ustedes; y si aquella está más o menos pareja con su amiga, responda con la clásica del panameño ‘mmmmm, ni fea ni bonita' o ‘ehhh, ni fea que espante ni bonita que encante'. Concluya su descripción poniéndole a su amiga la mano en el hombro mientras repite: ‘Amiga, tú te la ganas por calle, esa no te llega ni a la suela de tus zapatos, tú pareces una reina de belleza al lado de aquella…'.
Belisario y su madre Cantalicia regresaban de vacunarse y decidieron comer en un restaurante porque ya era mediodía, y antes de las seis él tenía cita con su amante dominical, quien recogía todas las ganas de la semana para que él le pasara sin compasión el camión en ese encuentro. Ya casi terminaban de almorzar cuando llegó una pareja, nada más y nada menos que Abilio, el vecino, con la otra. Él quiso recular, porque conocía la lengua de Cantalicia, pero ya madre e hijo habían visto su brazo en la cintura femenina de la acompañante. El chat voló, de manera que apenas llegaron a la casa, la vecina fue a que le narraran personalmente el suceso. La clásica pregunta fue dirigida a Cantalicia, que enseguida respondió: ‘Yo ni reparé en ella, tú sabes bien que a esas destructoras de hogares yo no las miro porque me hierve la sangre y soy capaz de estrangularlas o tirarlas al piso y patearlas'.
Grande fue la decepción de la vecina, que se quedó callada durante unos minutos. Reaccionó cuando recordó que Belisario no dejaba salir sola a su progenitora, y le pidió permiso a Cantalicia para entrar a la recámara donde este se preparaba para darle manduco a la amante dominical. ‘Pase', contestó Belisario cuando oyó el toc-toc y tapó sus genitales que al ritmo del abanico se refrescaban para estar al máximo en la tarde. Pensó que era su madre quien entraba y no se levantó. Sorprendido vio entrar a la vecina y trató de levantarse, pero recordó que estaba desnudo y decidió atender la visita así, acostado. La mujer llevaba cara de luto, parecía que el calendario había deshojado diez pasos sobre ella, llorosa le preguntó si había visto a la otra.
¿Cuál otra?, le preguntó Belisario tratando de sortear la mirada de ella sobre la vieja sábana que dejaba adivinar el tamaño de su talento en reposo y preparándose para atacar a la amante una hora más tarde. ‘La zorra esa que anda con mi marido y que usted y su mamá vieron hoy en el restaurante', gritó desesperada la vecina, y Belisario dijo ‘ah, sí, verdad, ni me acordaba'.
‘¿Cómo es?', gritó la vecina y se sentó en el borde de la cama. ‘Tremendo hembrón', contestó Belisario apurado a que la dama se fuera. Pero esta se llenó de odio cuando lo oyó y descargó su rabia a paraguazos contra el informante, quien tuvo que pedir auxilio porque la vecina quería destrozarle su equipo; su vieja madre no pudo ayudarlo, por lo que vinieron los vecinos y se llevaron a la vecina enloquecida de rabia por escuchar que la rival estaba a pedir de boca del panameño.
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Enredo: La amante de tu marido no es ni fea ni bonita.
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Mentirilla: Tú te ves mucho mejor que ella.