Coge, cornudo

Cuando se repuso del soponcio subió a la plaza, donde Pinto coqueteaba con las vendedoras de rifas
  • domingo 26 de mayo de 2019 - 12:00 AM

Muchos no le dan ni un descanso a la lengua, ni el domingo, al contrario, ese es el día que más la exprimen, porque como el 97 por ciento de la población está libre, muchos lo aprovechan para darles deleite a otros y a otras; también están las que salen ese día a buscar la última cocoíta y la sueltan que da miedo hablando de media humanidad. Carmela aprovechaba el domingo desde el alba, cuando llegaba a la casa de la comadre para escuchar todos los chismes que soltaban las socias del club navideño dirigido por su ‘coma'. Hasta las ocho de la mañana todo fue carcajadas de mujer feliz, pero la risa se trocó en ‘de todo' cuando la tesorera del club la llamó aparte para decirle ‘ay, ‘Carme', no sé ni cómo decirle, pero ya estamos casi en la mitad de octubre y su marido no abona ni intereses ni capital, mire que ya la cuenta va más arriba de las nubes, etc.'. Un grito destemplado de Carmela exigiéndole a la tesorera que parara confundió a las socias que clavaron sus uñas en la masa para las hojaldres. Tuvieron que calmarla con agua bendita, pero se les fue redondita al piso cuando supo que Pinto, su fiel esposo, debía 500 panchos de capital más intereses corridos desde enero, al 20%.

Cuando se repuso del soponcio subió a la plaza, donde Pinto coqueteaba con las vendedoras de rifas y chances casados, amancebados y solteritos. Le clavó la uña del índice en el brazo otoñal y lo parqueó. ¿¿¿Por qué o mejor dicho para quién pediste esa plata????? Pinto sintió que el mundo perdía su color y que él no podía pintarle ningún tono que no fuera negro o sus derivados. Temblaba parejo cuando Carmela se aferró a los cinco pelitos ralos de su cabeza, y tampoco halló la respuesta. Una dama que rifaba un par de pericos le dijo: Debe esa plata porque la #'$%& lo enredó en un negocio de pirámide y ahora anda mordido. Carmela oyó y soltó al marido no sin antes meterle dos bofetadas en cada mejilla, diciéndole ‘por maricón y pendejo, es que a ti en la casa te falta ch…, te dejaste embolatar con esos productos curalotodo, eso es pirámide, que no te vengan con cuentos'.

No reparó en el abrasante sol del mediodía y caminó hasta la casa de Saby, a quien le exigió que pagara la deuda de Pinto o se atuviera a las consecuencias. ‘Tu marido es viejo, pero no pendejo y yo no lo obligué a meterse a ese negocio, allá él que quiso ganar más plata', gritaba, en medio de palabrotas, la bella Sandy, famosa por quemona. ‘Mi marido firmó porque tú lo envolviste con tu labia, así mismo como has envuelto a más de cuatro por aquí, pero eso es problema de ellos, lo mío es que pagues la deuda que él tiene en la cooperativa o te acuso de abusar de un viejo senil', aseguró Carmela y dio dos pasos hasta quedar bien cerca de la rival. ‘Ya te dije que eso no se puede, todos esos viejos firmaron porque querían su libertad financiera, y lo hicieron sin que yo les pusiera una pistola, así que ahora se lo aguantan', repetía Sandy. ‘No les pusiste un revólver, pero les pusiste delante las tetonas que siempre andas exhibiendo', argumentó Carmela. Saby tuvo miedo y llamó a los tongos, quienes, tras escucharlas, le dijeron a Carmela: ‘Su marido se inscribió en ese negocio porque quiso, bastante se ha hablado de que todas esas ventas son puras pirámides, pero la gente insiste en dejarse cuentear'. Carmela obedeció, pero antes de salir se cobró la ofensa y, rabiosa, le gritó al marido de Saby lo que había escuchado en la madrugada: Hey, pobre cornudo, entérate de que todas las noches, cuando te vas a tu turno, entra un flaco barbudo, pariente del de la carnicería, a hacerte la segunda.

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