Clientes desesperados
- domingo 29 de enero de 2017 - 12:00 AM
Aunque la cooperativa arrancó con más de cinco mil dólares, ya ese fondo se había esfumado y aún quedaban clientes sin recibir el préstamo que, por tradición y desorden financiero, pedían cada año.
‘Quiero plata para irme a carnavalear, no me dejen por fuera, yo todos los años les pago un buen billete en intereses, así que por nada del mundo me dejen por fuera de los préstamos', decían varios ‘clientes' de la cooperativa Las Melanias panameñas, conocidas entre el populacho por sacar un tajadón suculento$$$$$ cada diciembre, gracias al desorden financiero de los vecinos y de su parentela, y de los compañeros de trabajo de las socias. ‘Hay que darle respuesta a la gente, en los préstamos está el negocio fuerte, así que el domingo tenemos bingo bailable', les chateó Olimpia, la mandamás del club, a las socias que acudieron puntuales a fajarse porque los días iban volando y la consigna era sumar.
El bingo empezó puntual, muchos parroquianos llegaron a la casa de Olimpia a bajar frías y comer frituras, a la vez que colaboraban con la cooperativa, que por años era la que les resolvía los apuros de la quincena. A las diez, la actividad iba viento en popa, la comida se había acabado y la cerveza también, de manera que las habilidosas mujeres tuvieron que hacer un nuevo pedido de licor y poner otra vez las ollas.
‘Nuestro bingo parece una fiesta de campaña electoral', decían las socias, entusiasmadas porque el chenchén estaba corriendo a favor del club. Tuvieron que instalar más mesas y focos para atender a los asistentes, la mayoría vecinos, que habían instalado en el patio una semicantina. Fue en el grupo donde estaba Gerardo, el vecino no panameño, que empezó el plequepleque, porque Alberto, el primo de otro parroquiano, dijo que cada vez que recordaba la reciente pelea entre los dos técnicos de fútbol, le entraba una risa tan intensa que no podía parar de reírse en una hora. ‘Y si recuerdo las lágrimas de cocodrilo del que pinta, me ca… de la risa', añadió el hombre. El comentario golpeó el hígado de Gerardo, quien, para desquitarse, comentó que eso a él no le parecía gracioso, lo que sí lo ponía a reírse más que un payaso era cuando recordaba la izada de la bandera del Carnaval del año pasado. Alberto se rio también y comentó que hasta él se sentía sorprendido de la borrachera que se había pegado. ‘Ah, pero no es eso lo que me poner a reír, todos los días veo borrachos, si así fuera yo pasaría desternillado de risa, aunque sí me río como loco cuando recuerdo algunas cosillas que yo vi en esa fiesta', dijo Alberto, y Gerardo le preguntó qué era lo que lo ponía a reír.
‘Ah, acontecimientos en torno a esa fiesta, pero no se preocupe, Gerardo, yo me entiendo, yo me entiendo', decía Alberto y ponía una mirada pícara. Se quedó callado un rato y luego soltó una carcajada que duró, según alguien dijo después, cinco minutos. Todos voltearon a ver.
‘Eso sí me da risa, de eso me reiré hasta el fin de mi vida, esa risa me acompañará hasta cuando reencarne en un payaso', aseguró Alberto.
‘Qué chu… es lo que te da risa, habla claro', dijo Gerardo y tiró abajo las cervezas.
‘Con mis cervezas no te metas', gritó Alberto y se cuadró para el enfrasque. ‘Dime qué es lo que te hace reír', exigió Gerardo, pero Alberto se rio sonoramente hasta que la trompada rival lo calló y mandó al piso, poniendo fin a la burla. Enseguida, saltó la esposa del caído y le dio un taburetazo a Gerardo, quien, medio turulato, la zarandeó sin compasión. Se sumaron muchos y formaron un revolcón que atrajo a los policías. ‘Van presos todos y la presidenta del club', afirmaron los uniformados. Olimpia se echó a llorar y pidió clemencia. ‘Solo hay una forma de evitar que duerma en la cárcel, dando y dando', dijo el poli y se embolsilló todas las ganancias del club.