- miércoles 16 de octubre de 2019 - 12:00 AM
Dentro de la nómina de poetas coloniales que hemos visto en los artículos anteriores y que hacen referencia al Istmo de Panamá, figura dentro del canon de poesía satírico-burlesca barroca Mateo Rosas de Oquendo, quien cierra el siglo XVI. Su poesía se caracteriza, en buena parte con ese tono satírico burlesco de la Conquista Española, en que las hazañas propuestas por los cronistas fueron en realidad apetencias de los españoles peninsulares, y una forma de cubrir sus necesidades de rentas, privilegios o heroísmo falsificado en muchos casos fruto de la imaginación de la época caballeresca. En este juego verbal, Oquendo suele juzgar a la sociedad virreinal con un látigo satírico, condenando a los conquistadores por los hechos guerreros o falsas hazañas.
Si bien Rosas de Oquendo ha escrito muchos romances referidos a México y Perú, nos interesa aquí hacer referencia a la realidad panameña que él destaca en uno de sus romances a Nombre de Dios. Con ello, Oquendo nos lega una visión de una América al sesgo de un poeta pintoresco y burlón, tal como veremos a continuación cuando llega a Nombre de Dios y aprecia las duras condiciones climatológica de este pueblo.
Llegué al Nombre de Dios, nombre bueno y tierra mala, donde están las calenturas
Hechas jueses de aduana;
Pues, al rrigor de es pira,
Es menester que Dios os haga
A los hombres de pasiencia
Confirmada de su gracia.
Como se observa en este fragmento, Oquendo emplea este recurso pintoresco y satírico al describir las condiciones de Nombre de Dios, al que describe como tierra mala donde es preciso tener paciencia. Oquendo va recalcando su llegada a Panamá con ese tono picaresca y burlón:
Al fin llegué a Panamá
Sive "Los Diablo la Blanca",
Tanto que no tenella
Era mi cama unas tablas,
Pero la necesidad,
Como el lnxenio adelgaza,
Hallome la poesía,
Con que comi un boticario
Tan rrendido a una mulata,
Que volví la nieve fuego
Con hazelle dos otabas.
Se aprecia en esta ocasión una sátira amorosa propio de su estilo y con recursos del pícaro que ha sido rechazado por la mulata de Nombre de Dios:
Entonzes agradesí
A las musas de Castalia,
Por este gusto presente,
Los desdenes de mi dama.
No escapé de Panamá
Sin tener chapetonadas
Cuatro meses por lo menos,
Y todos fueron sin blanca.
En este fragmento Oquendo se muestra una actitud que evidencia sus andares de mujeriego que algunos críticos señalan su vida mundana con las mujeres de bajo mundo. Además describe las condiciones de necesidades en que pasó en Nombre de Dios, con las condiciones malsanas que rodean a Nombre de Dios que salió de ella sin tener chapetonadas, es decir enfermedades que se contraen en América. Recordemos que Oquendo suele describir en sus poemas la vida denigrante de la vida americana del que no se escapó Nombre de Dios.
De esta forma con este rápido recorrido de sus poemas sobre Nombre de Dios, su carácter lúdico lo lleva a trastocar todas las reglas sociales; su actitud nos recuerda en más de una ocasión al modelo del pícaro renacentista, además los críticos lo han imaginado como cierto tipo de pícaro andariego, mujeriego y don Juan disipando sus sentidos por la lujuria, en las tierras del Nuevo Mundo, donde las leyes cívicas y morales no cumplen, en el paraíso de prácticas propiciadas por el ocio y la vagancia. La moralidad es dudosa así como la justicia impartida por las autoridades inclinadas al rejuego de la coima, y las empinas dosis de vino que convertían a santos barones en beodos ambulantes.
Los burdeles clandestinos o las casas de altos funcionaba donde abundaba todo tipo de disipación moral. Pensamos en la sociedad con mujeres y hombres chapetones con trajes largos y de rancia aristocracia. Muchos de ellos, grandes hombres enriquecidos por los malos manejos compraban sus títulos de marqueses y encumbrados señores camuflageando su pasada vida de andariego y rufianes ladrones, tal como Oquendo señala en otros romances.
Oquendo, hombre sagaz y de virtudes dudosas, hizo de sus escritos una pintura de alabanzas a los peninsulares, convirtiendo a los criollos en hombres amorales. Sin embargo, el poeta Oquendo disfrutó de los gustos y placeres de la vida que le ofrecieron las mujeres de la calle como esa mulata que lo despreció.
Toda una realidad que obedece a la identificación entre el Oquendo y el narrador de su poema como observamos en los poemas respecto a Nombre de Dios, donde hay un cierto estilo popular o, por lo menos, obras profundamente influenciadas por el romancero popular, que él, en su vida de poeta diletante, conoció los arrabales y el puerto de Nombre de Dios. Lo importante no es sólo que conociera a esa gente y su entorno, sino sus usos del lenguaje. Por ello, Alfonso Reyes (1960) lo caracterizó muy bien: medio pícaro, medio soldado: ‘Mezclaba en su cartapacio, lo propio y lo ajeno, como pudo ser que lo haya hecho en su zurrón de viaje'... ( pág. 342) Y como bien diría Oquendo tras la máscara de Andronio ‘adiós, que la pluma es mala, / y es torpe mi tosco inxenio',