José Manuel Fábrega: ‘Pagué mi carrera de préstamo en préstamo’
- lunes 20 de julio de 2020 - 12:14 AM
El doctor 'Mel' Fábrega, como le apodan sus colegas, es un cirujano de los mejores en el mundo, que recibirá el mayor de los reconocimientos que puede lograr un médico de su especialidad. A sus 75 años ha enseñado a cientos de colegas los avances de la medicina, y logró su mayor sueño, el honorary fellow del American College of Surgeons, por parte de la universidad donde estudió, su alma Mater, la universidad de Cornell, ubicada en Nueva York, Estados Unidos. Ahí se esforzó hasta conseguir su objetivo.
¿Qué significa para usted este reconocimiento que va a recibir en Estados Unidos?
Eso fue el sueño de mi vida ser cirujano, al lograrlo hice todo lo posible por meter al American College of Surgeons en Panamá, lo más alto que yo tenía en mi carrera era que me hicieran Honorary Fellow de College. Solo hay 487 en el mundo entero y ahí estoy yo con un grupo de cirujanos pioneros que yo francamente no considero que estoy a la par de estos gigantes de la cirugía. Es un honor para mí, sobre todo que mi universidad, Cornell, me ha invitado y tienden a hacer que soy el único exalumno de la universidad que va tener esa distinción. Así que para mí era totalmente inesperado, enseñé en el Seguro Social por 20 años a muchos de los cirujanos actuales.
A pesar de que tiene un apellido de alcurnia, usted asegura que su familia vivió momentos económicos difíciles, ¿por qué dice eso?
Es cierto. Mi apellido no refleja lo difícil que fue para nuestra familia darme la educación que me dieron, y por lo tanto, si algo podemos sacar de esta entrevista para todo tipo de clases es que sí se puede. Nací en una familia donde los valores eran muy estrictos, morales y éticos. Mi papá fue mecánico, tal vez de los mejores. Se metía debajo de los carros, con aquella tablita con rueditas, y llegaba a la casa con las uñas llenas de aceite y vivíamos día a día de lo que daba el negocio de la mecánica. Desgraciadamente murió muy joven, fumaba y en ese tiempo los frenos de los carros se hacían de asbestos que él aspiraba a diario. Así me pudo ingresar al colegio Javier en Panamá y fue ahí donde aprendí con grandes maestros, que es muy difícil que hoy los hagan igual. Los considero como grandes maestros que nos enseñaron química, álgebra y matemática de primera. Eso me sirvió para aplicar a las escuelas de premedicina en Estados Unidos. Yo sabía que yo quería ser médico. Mi segundo padre fue el doctor Eduardo De Alba, él fue el que me dirigió en realidad a ir a premedicina y luego a medicina.
En una época tan difícil económicamente ¿cómo fue el salto para viajar a Estados Unidos?, ¿cuánto costaba la mensualidad de la universidad?
Fue un paso muy difícil porque una vez que mi padre murió quedamos con deudas enormes. Podríamos decir debíamos un monto a lo que hoy sería $100 mil en deudas y tratar de pagar una escuela de premedicina en Estados Unidos, en la Universidad de Notre Dame donde hice la premedicina fue muy difícil. Para eso, mi madre, mi hermana y yo tuvimos que mudarnos y hacer un pequeñito apartamento en el garaje de la casa para poder alquilar la casa de arriba que era de nosotros y la de mi abuelo que estaba alado. Con eso pudimos a muy bravas, pagar algo de la parte financiera y el resto lo tuve que hacer con trabajos míos en la universidad.
Cuando uno vive esos momentos de carencias, por lo general se piensa, cómo voy a hacer para salir adelante....
Eso fue muy importante porque mi madre era muy amiga de personas que podían ayudar si había una falta financiera y una de las cosas que más nos ayudó fue un tío, Samuel Boyd, le dijo que si yo necesitaba ayuda él podía ayudar financieramente con un préstamo y después se le pagaba. Eso por un lado, por otro algo que hoy día es imposible ver, que siendo panameño en Estados Unidos tuve que entrar en unos préstamos de urgencia del estado que hoy en día es prácticamente imposible. Esos préstamos los pagué una vez que empecé a trabajar, todo fue de préstamo en préstamo.
Espera un reconocimiento del Honorary Fellow 2020, del Comité de Honor del American College of Surgeons. Es un interesante punto de su carrera, si mira para atrás y recuerda cuando necesitaba costear su primer consultorio en el Centro Médico Paitilla, tuvo que pasar el sombrero por la familia, ¿cómo pagó el consultorio?
En ese tiempo que Paitilla iniciaba su labores, en 1975 se requería de los 50 miembros fundadores que pusieran un capital de alrededor de $100 mil de entrada. Este dinero se buscaba entre los miembros con un bono de $10 mil dólares para cada uno. Era un requisito para los fundadores. Lo bueno que tenía el bono era que la persona que compraba el bono tenía un privilegio de entrar en Paitilla, así que la familia consiguió 10 bonos de $10 mil cada uno para conseguir el valor de $100 mil. En ese tiempo era un hospital joven que iniciaba con buenos médicos. Así fue como pude entrar al Centro Médico Paitilla, aunque yo no tenía plata propia para hacerlo porque en ese tiempo ganaba $400 mensuales en el internado.
¿Cómo fue su regreso a Panamá?
En esos tiempos venía de Nueva York, Estados Unidos, después de casi 16 años de estudio y venía especializado en cirugía general y cirugía oncológica en la Universidad de Cornell. En ese país, cuando estaba empezando a entrenarme, lo interesante era que entre mejor era la universidad donde estudiabas, menos te pagaban. Cuando llegué hubo un cambio y nos empezaron a pagar $900 mensuales, para Nueva York eso era prácticamente nada, yo estaba casado y vivíamos en un apartamentito del tamaño de un closet con una nevera chiquita, de esas que se usan en las oficinas para guardar agua. Cuando volví a Panamá, tuve que hacer el año de internado en el interior del país y ganaba $500 mensuales.
¿Qué le falta por conseguir en su carrera o vida personal?
Considero que he logrado con este reconocimiento lo máximo que quería lograr como cirujano y cirujano oncólogo. Mi futuro es seguir todo lo que yo pueda aportar a mi país en el avance de la cirugía. Panamá tiene uno de los mejores programas de cirugía, tanto de docencia en la universidad y práctica de medicina. Mis pacientes, aproximadamente el 60% o 70% viajan a Estados Unidos para segundas y terceras opiniones, y hasta ahora, en ningún caso se ha cambiado nada de lo que hemos hecho en Panamá. Eso me da mucho orgullo y espero que sigamos igual en un futuro porque yo me siento muy bien, con ganas de seguir.