Historia de las relaciones de Panamá con los Estados Unidos

Nuestra lucha: raza latina y sajona
  • sábado 05 de julio de 2025 - 12:00 AM

Nuestra región, bañada por dos mares y con su angosta cintura, parece estar predestinada a ser el epicentro de constantes violaciones a la integridad de su justicia y su administración. Una población que, en el siglo XIX, estuvo sumida por la falta de educación, ha sobrevivido, en cinco siglos, bajo el péndulo de una supuesta abundancia y una constante contracción impuesta por el dominio de los imperios.

El descubrimiento del oro en California en el siglo XIX revivió las añoradas visiones del progreso. Esta vez renacimos o despertamos entre la esperanza y los infortunios, o bien transitamos de la muerte del pasado transístmico a la exaltación de una promesa económica. “Avalanchas humanas pasaron por aquí”, sentenció Méndez Pereira. Desde las Ferias de Portobelo, todo se dio: abundancia, muerte, discriminación y contrabando.

Lamentablemente, vivíamos en comarcas dispersas y bajo el régimen del cacique pudiente del pueblo, del latifundista o del burgués de la zona de tránsito. Enojadas, Inglaterra, España y Francia observaron la llegada del ferrocarril; y en ese instante sentimos que regresábamos al progreso.

El imperio se hizo presente, y un periodista de un diario recomendó a los ciudadanos estadounidenses que solicitaran al gobierno de Washington “una estación de buques de guerra en el puerto de Panamá con el objeto de proteger los intereses norteamericanos.” (Justo Arosemena ante el expansionismo de los Estados Unidos, Celestino Andrés Araúz, p. 9).

Era evidente el beneficio para la empresa y de ahí, nació el rencor contra la raza latina. La prosperidad ni era equitativa y por igual desproporcional y Justo Arosemena señala “esas mismas ventajas excitan la codicia norteamericana.” No hay que meditar esos motivos, que por cierto generaron discordia desde antes del Incidente de La Tajada de Sandia de 1856.

Los Estados Unidos querían la vía de tránsito y el dominio que los llevó a firmar más tarde el Tratado Mallarino Bildkc de 1846. Ni lo sucedido en 1856, fue el primer enfrentamiento, Justo Arosemena debido a esa diferencias y choques con los Estados Unidos escribió: “es dominado por ese solo pensamiento como los Yankees han perpetrado toda especie de atentados, mostrando en todos sus actos de provocación el más insolente desprecio por las instituciones, las costumbres, la autoridad y la raza nacional del Istmo.”

Esta, es quizás, las versiones menos conocidas por los panameños de hoy, y es mejor ser prudente y conocerlo tarde que nunca. Aprendamos la lección los norteamericanos que pasaron por Colón y Panamá no eran la élite intelectual de enrumbadas buenas costumbres. Por aquí pasó la plebe inflada con la consigna de la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto. Comprobado por un escritor en 1853, “nunca falta en el presidio de Colón 40 o 50 presos.” (Miguel María Lisboa. El Istmo de Panamá en 1853. P.15).

Parece una ficción o parecido a un mundo irreal lo que se vivió. Según Celestino Andrés Araúz, escribió: “fue traumático el choque entre los belicosos aventureros procedentes del Norte con el resto de la población panameña dedicada en su mayoría al transporte de pasajeros en canoas en el río Chagres y a lomo de mulas.” (Celestino Andrés Araúz. p. 10).

Hubo resistencia de norteamericanos e ingleses que empujados por sus CONSULES, promovía que violaran las leyes istmeñas. Un golpe mortal a la justicia y la administración de nuestros recursos, los cuales se “resistieron al pago de los impuestos de pasajeros, de toneladas a los buques y los portes de correos”. Qué acto más cruel contra un pequeño pueblo. Eran los defensores de la democracia golpeando nuestra economía hasta dejarnos como enfermos ante el enriquecimiento con el control absoluto de la vía Panamá Colón. La raza latina desde México y toda Latinoamérica se cernía el águila del norte para apoderarse de nuestros pueblos el dominio y después acabar con nuestra cultura milenaria.

La riqueza de nuestras culturas y el pensamiento ancestral es el poder de nuestra raza latina. Ya el teórico de la nacionalidad el Dr. Justo Arosemena lo presagió, con tino y elocuencia debemos escribió: poniéndonos a cubierto de todo monopolio ...mediante el mantenimiento del equilibrio de razas y de las potencias, y la conservación de las soberanías legitimas y honradas. Con la protección del saber y vivencia inmortal. Unión de sangre y resistencia de la cultura de la raza latina.

Miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la UP