- sábado 14 de septiembre de 2024 - 12:00 AM
En menos de un mes, la constitución militarista de 1972 cumplirá 52 años de su imposición y predominio. Con el paso de los años, principalmente la partidocracia ha logrado convertirla en su ícono y siempre encontrando excusas para no cambiarla de una vez por todas.
Los fugitivos de la constituyente trataron en vano de encontrar en la denominada “paralela”, su conductor para el desarrollo de la anticiudadana, y por ende, antidemocrática concepción de: “no es el momento”. Súmemosle a estos nuevos teóricos del fin de la historia, la diversionista y cacareada pretensión de que: “La constituyente traería desaceleración”. Y pregunto: ¿Más de la que ya hay?
Todo lo anterior con el único objetivo, como lo logró la empresa criminal conjunta que desgobernó hasta hace poco, de poder seguir, los unos y los otros, en su danza de millones y en su desenfrenada carrera con la coima, la corrupción y la impunidad. Es allí donde ellos se encuentran más a gusto, es allí donde se recrean en sus políticas antinacionales, antipopulares y antidemocráticas.
El espectáculo bochornoso de la Asamblea Nacional en su rebatiña por el control de su directiva y comisiones, la morosidad del Órgano Judicial y el Ministerio Público en el cumplimiento de sus funciones, no dejan lugar a duda de la urgencia de un proceso constituyente como instrumento participativo, pacífico y democrático, para que la ciudadanía actúe.
La realidad social, económica y política requiere una seria y profunda transformación, con una real y efectiva participación ciudadana. Ya no hay espacio para el fracasado reformismo constitucional. Continuar posponiendo esta tarea, basándose en caprichos e intereses personales o partidocráticos, sólo nos traerá más problemas, cuando lo que necesitamos son instrumentos para resolver los mismos.
Ha llegado la hora de llevar a cabo un proceso constituyente -lo más participativo posible-, para un debate que nos garantice la necesaria convivencia pacífica que nos merecemos como sociedad.